Seokjin leyó el mensaje de texto por quinceava vez.
“Hey, Seokjin, es Wojin. Te hablo porque necesito un favor, si quieres y tienes tiempo, por favor, ven a visitarme”
Ponía la dirección de la cárcel y el horario de visitas, tendría que ir allí en veinte minutos para hacer la visita. Wojin es su hermano, el único hombre además de él, nunca hablaron, jamás fueron cercanos pero, cuando fue detenido, Seokjin recuerda lo que le dijo antes de irse.
Ten cuidado.
Pero él era un niño, no entendía de que debía cuidarse. Lo entendió después.
Se mordió los labios y observó la puerta, Jungkook llegaría en una hora, él no debería estar considerando ir con su hermano cuando no eran cercanos, pero este le había hablado pidiéndole un favor que no parecía ser obligatorio, le dió la opción, le insinuó que estaba bien si no iba a verlo y Wojin nunca le trató mal, precisamente porque no se determinaban.
Pero, la idea de salir le causaba cierta ansiedad, por eso siguió observando fijamente a la puerta, consciente de que los minutos pasaban y para cuando se decidiera, sería muy tarde.
Rascó sus antebrazos por encima del suéter que traía puesto y con un profundo suspiro, se soltó el cabello, dejándolo caer a ambos lados de su rostro, cubriendo las marcas en sus mejillas, sus manos temblorosas tomaron el cubrebocas que tenía a la mano junto a sus llaves, jaló su cabello, cerró los ojos, odiando la sensación que recorría su anatomía completa.
Seokjin no salía de casa, lo odia porque sabe cómo lo van a mirar, lo que van a decir. Es simplemente insoportable, doloroso.
Llamó un taxi, antes de salir se colocó sus lentes oscuros, se dio una mirada en el espejo y con todo su rostro cubierto como a él le gustaba, salió, dio la dirección y aunque el taxista intentó darle plática, no la siguió, vio su casa hacerse más lejos hasta desaparecer de su campo de visión, volvió a cerrar los ojos, así quizás el tiempo pasaría más rápido y de hecho, cuando llegó al lugar, dio el nombre y número de preso al que visitaría... fue extraño.
Se sintió muy pequeño, como un niño otra vez. Un niño sentado en su silla favorita viendo a su madre prepararle la cena, le pedía que comiera despacio para evitar quemarse, pero rara vez hacia caso y se quemaba la lengua igual.
Salió del mundo de los recuerdos y tomó el teléfono cuando ya su hermano estaba sentado frente a él, ese vidrio separándolos.
—No creí que vendrías.
—Dijiste que necesitabas un favor. Dime qué es.
—¿Es cierto?— pregunta— Lo de tu rostro.
—¿Cómo lo sabes?
—Papá está en esta misma prisión, Seokjin. No fue muy inteligente ubicarlo aquí a sabiendas de que yo estaría esperándolo.
Soltó aire por la nariz, quitó sus lentes y tiró su cabello hacia atrás, Wojin reparó muy bien en su rostro y pudo sentir su enojo aparecer a través de una risa molesta.
—¿Feliz?
—¿Me veo feliz? Carajo, Seokjin. Te tiemblan las putas manos y estás por llorar, yo juraba que era pura mierda de mi padre— niega.
—No veo por qué no alardearía sobre lo que me hizo, cuando pasó se veía muy feliz. Creí que salías el año pasado.
—No, estoy encerrado por casi asesinar a papá y por poco lo logro otra vez, me sumaron dos años, pero salgo la próxima semana por buen comportamiento. Solo necesitaba verte antes de irme y volver a pedirte que tengas cuidado, él también podría ser liberado pronto.
—¿A dónde te vas?
—Aún no estoy seguro, pero espero que sea lejos.
—¿Necesitas dinero?
—Estoy bien, puedes estar tranquilo.
Asintió, se quedó en silencio durante algunos segundos antes de atreverse a hablarle.
—Puedes... puedes venir a mi casa y quedarte conmigo el tiempo que quieras.
—¿Con quién vives?
—Solo.
—¿Y las chicas?— niega— No me sorprende, nunca se puede contar con esas dos. Estaré bien, si te necesito o... lo que sea, te llamaré.
El tiempo acabó, así que se despidió con una leve sacudida de mano y no se fue sin antes informarse sobre el día, hora y de más de la salida de Wojin.
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