Capítulo 52

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Salió del colegio con una sensación agradable, su primera sesión con Marta había sido mejor de lo que esperaba no solo para Marta si no también para ella. Amelia se sentía bien después de tanto tiempo, quiso llamar a Luisita para contarle su día, sus sensaciones pero no se atrevió, seguían sin hablar y sin escribirse, habían vuelto al principio aunque esta vez dolía más.

- ¿Amelia? - Escuchó una vocecita justo antes de cruzar la puerta del patio. Al girarse, comprobó que era Ciriaco, estaba jugando con unos muñecos en las barandillas del colegio.

- Ciriaco ¿Qué tal? - Se acercó a él.

- Bien, ¿Qué haces aquí?

- Tenía unos asuntos pendientes. - El pequeño observó la carpeta con el nombre de Marta.

- Marta va a mi clase, ¿le estás ayudando? - Amelia asintió con la cabeza. - Tenía una media de 8.5 pero en cuestión de semanas bajó mucho. - Se encogió de hombros.

- ¿Qué haces aquí?

- Estoy esperando a Luisita, iba a venir a buscarme mi madre pero no le ha dado tiempo y al final viene ella. - Se le encogió el corazón al oír su nombre. 

Deseaba verla pero por otro lado no. La actitud de Luisita de los últimos días, el vacío, los mensajes escuetos y la ausencia de explicaciones habían herido tanto a la morena que su mecanismo de defensa reaccionaba generando resentimiento, estaba más dolida de lo que Amelia quería admitir y era su única forma de gestionar aquellas emociones.

-  Bueno, se me ha hecho muy tarde, será mejor que me vaya - Comentó Amelia. 

- Vale. - Ciriaco volvió a sus muñecos mientras Amelia inspeccionaba el patio del colegio y alrededores y se iba por el camino contrario a su casa. De camino a su a apartamento comenzó a vibrar su móvil; era Natalia.

- Hola - Contestó.

- Cuéntame ¿qué tal ha ido todo? - Preguntó con efusividad la pelirroja.

- Muy bien, Natalia. - Respondió emocionada. - Marta es un encanto, hay mucho trabajo por delante, lleva toda la vida viendo a su padre maltratar a su madre pero está bastante receptiva. 

- ¡Qué bien! ¿Y tú? ¿Cómo te has visto?

- Mejor de lo esperado, pensé que no sabría desenvolverme pero no, me dejé llevar por mi instinto.

- Ya lo sabía yo, si esto es como montar en bici, nunca se olvida y menos tú que lo tienes de forma innata.

- ¡Qué boba eres! - Respondió riendo. - En unos días la volveré a ver, también conocí a su abuela y muy agradable, parece que se llevan muy bien.

- Me alegro mucho, Amelia, me alegro que por fin hayas dado el paso.

- Gracias Nat, pero por todo, porque en parte esto se debe a ti, a tu insistencia,

- Es que soy muy pesada cuando quiero. - Rio divertida.

- No te lo voy a negar pero me ha venido muy bien. - Contestó.

- Ahora voy a ser pesada con Luisita. - Soltó con la boca pequeña. - ¿Sabes algo?

- Nada, hoy vi a su hermano, me dijo que iba a ir al colegio a buscarle y me fui. No quería verla. - Contó apenada.

- ¿Y eso? ¿Por?

- No lo sé, me da rabia no poder contarle todo lo de Marta, me da rabia que se haya alejado tan de repente y sin tener ni idea de por qué y eso me enfada, me enfada mucho porque estábamos construyendo algo muy bonito o eso creía yo. - Hizo una pausa.- Y ¡joder! que yo creí que le gustaba, que sentía cosas por mí. 

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