La daga en la corona.

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Príncipe Caspian.

―Creo que está dislocado. ­­―Expresó Peter, seguido de un quejido de dolor que emitió cuando Edmund comenzó a revisar el estado de su brazo.

No había visto casi nada del combate entre Peter y Miraz por mis intenciones de proteger a la Princesa Rhosyn y a la Reina Lucy en caso de que algo les pudiera suceder en el camino.

Cuando ellas partieron al rápido galope de mi caballo, Destrier, tuve una sensación muy extraña. Era como si de repente una fuerza desconocida se instalara dentro de mí, provocando que tome las riendas de un caballo al azar y salga tras ellas. No sé si era que pensaba que lo más seguro era que los telmarinos las siguieran o que simplemente estaba haciendo lo correcto.

Y fue una gran decisión dado a que logré llegar a tiempo para poder evitar la más terrible de las tragedias: la muerte de la Princesa Rhosyn. Aquel telmarino iba a asesinarla, clavándole una flecha en algún lugar de su cuerpo, y su cuerpo simplemente quedaría allí, en medio del bosque. Eso me hubiera roto el corazón, así que me sentía afortunado de haberla seguido, de haberlo podido evitar.

Sabía que las muertes en la guerra en inevitables, sí o sí las personas o narnianos tendrían que morir. Si teníamos suerte, la mayoría prevalecerían y los caídos serían recordados con el máximo respeto. Pero me daban escalofríos al pensar que podía perder a Rhosyn exactamente, y por eso necesitaba protegerla.

No era que pensara que ella no pudiera cuidarse sola, porque me sorprendía lo valiente y hábil que era para pelear, sólo que me cuidarla se sentía reconfortante.

Había intentado convencerla de que se resguardara junto a los arqueros, pero ella se negó rotundamente. Dijo que se quedaría para ver el combate hasta el fin, y era entendible. Todos nos encontrábamos apoyando a Peter.

­­―¿Qué crees que pase en casa si muero aquí? ­­―Escuché a Peter hablar nuevamente, sacándome de mis cavilaciones.

Hablaba con Edmund mientras quienes estábamos alrededor lo escuchábamos todo, incluso Rhosyn. Ella se veía muy nerviosa al escucharlo decir esas cosas­­. Y también eso lograba entenderlo.

He comenzado a intentar a entender más a Rhosyn y no mortificarme por ello. No iba a negarme a mí mismo un sentimiento tan claro como eran los celos cuando la veía con él, pero tampoco podía negar sus propios sentimientos hacia Peter. Sabía que había algo entre ellos dos, pero tenía la duda de si acaso podría haber algo entre nosotros también.

Nunca, en mis veinte años de vida, pensé que el amor sería tan complicado.

―Sé que siempre me ayudas y yo jamás... ­­―Intentó continuar Peter, pero de repente Edmund había arreglado su brazo, haciendo que el pelirrubio diera un quejido de dolor­­―. ¡Ah!

­­―Luego me lo dices. ­­―Dijo Ed.

Rhosyn tomó la espada de Peter y la tendió hacia él, quien la tomó dándole un asentimiento a la castaña.

­­―Suerte.

­­―Gracias.

Las veces en la que se había deseado suerte a alguien más éste día posiblemente eran incontables pero sin duda eran muy necesarias. Aunque si bien no dependía de la suerte, nunca venía mal estar acompañado de la misma.

Me pregunté a mí mismo si acaso podía creer en la suerte después de todo lo que había pasado después de que escapé del castillo de Miraz, y me convencí de que definitivamente tuve mucha suerte. Mi profesor me entregó el cuerno con el cual pude llamar a los reyes de antaño para que ayudaran a los narnianos a recuperar sus derechos y, además, la noche en la que escapé me encontré con la Princesa Rhosyn.

❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]Where stories live. Discover now