La calma antes de la guerra.

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Rey Peter.

Habíamos estado todo el día restante para poder acomodarnos bien en la fortaleza que habíamos creado en el templo que protegía el recuerdo de Aslan, en todo ese tiempo discutimos los planes que teníamos y las habilidades de cada narniano presente para decidir cuáles planes nos sentarían mejor dependiendo de los soldados que tuviéramos.

Tenía que admitir que había extrañado mucho éste tipo de cosas. No me agradaba estar en el mundo real y simplemente ser un niño para los demás, sabía que esa era mi realidad y amaba tanto Narnia porque era el lugar por el cual podía escapar de todo eso.

Quisiera poder quedarme aquí para siempre, siendo uno de los reyes de antaño junto a mis hermanos, siendo el Gran Rey Peter que prevaleció y prevalecerá en la historia de Narnia hasta el fin de los tiempos, porque mi corazón gritaba que estaba hecho para ésto. Que éste era mi mundo real y que siempre lo sería, sin importar que no estuviera en él.

Al día siguiente, cuando recuperé la consciencia y desperté, no quise moverme de donde estaba durmiendo. En la noche, antes de dormir, había estado pensando en tantas cosas que me quitaron el sueño eventualmente y ahora, sólo quería seguir durmiendo.

No podía dejar de pensar en la vuelta a Narnia y todas las cosas que habían pasado. Yo nunca tuve idea de que transcurrirían mil trescientos años desde la última vez que estuvimos aquí, y que por ello nos perderíamos momentos importantes con nuestros amigos castores o el Señor Tumnus. Sólo sucedió.

Aún así, al llegar aquí nuevamente, fuimos recibidos con los brazos abiertos, llenados de profundos recuerdos que nos conmovieron en corazón a todos. Los narnianos siempre eran cálidos y leales, pero hubo alguien que no estaba en mis planes. Y era Rhosyn. Ella era tan... irreal, no podía creer que siquiera fuera digno de poder provocarle una sonrisa.

Soy un muchacho estúpido y mucho más cuando se trata del coqueteo y cosas así, porque no tengo idea cómo tratar a una mujer de verdad. Los chicos no son completos caballeros en mi mundo y yo quería serlo para Rhosyn. Era extraño. Desde el momento en que la vi sentí ese picor de interés por ella expandiéndose por mi cuerpo y mente.

Intentando sacar la imagen de Rhosyn de mi rostro, me levanté rápidamente. Tenía que mantenerme ocupado, desayunar, planear las cosas y eso, pues no podía tener un tiempo libre cuando una guerra se avecina.

Tomé el cinturón que traía mi espada en la funda y me di cuenta de que la mayoría de narnianos aún seguían durmiendo, también mis hermanos, así que decidí conocer un poco más el templo. Me dispuse a ir al pasillo que me llevaría a la mesa de piedra donde Aslan había perecido ante la Reina de Hielo, pero antes de poder llegar a la sala principal, me encontré con una linda princesa.

Ella caminaba lentamente por el pasillo, rozando y mirando atentamente las pinturas rupestres que se encontraban sobre la piedra. No llevaba la misma vestimenta que cuando la conocí, un vestido algo sucio que estaba roto en una de sus mangas y un poco manchado de sangre; sino que ahora llevaba un precioso vestido de color celeste. Y le quedaba precioso.

­­―¿Insomnio? ­­―Pregunté suavemente, cuidándome de no asustarla puesto que ella no se había percatado de mi presencia aún.

Rhosyn se giró hacia mí y me sonrió, seguido de una reverencia. Era innecesario para mí esa clase de cosas, pero ella era tan educada que se me hacía adorable.

­­―Buenos días, Rey Peter. ­­―Dijo, con una voz increíblemente dulce que me sacó por completo del sueño que aún guardaba en mis ojos.

­­―Buenos días, Princesa. ­­―Le respondí, haciendo una pequeña reverencia, a lo que ella sonrió­­―. ¿Admirando pinturas milenarias?

❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]Where stories live. Discover now