Los narnianos.

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Príncipe Caspian.

Caminar entre la maleza nunca había sido mi actividad favorita, pero podía disfrutar el sol caer maravillosamente en el verde de la maleza que se alzaba a mi alrededor, y quisiera decir que el paisaje era lo único que admiraba en éste momento, pero había alguien que se llevaba mi mirada sin necesidades de pedirla siquiera.

Me resultaba extraño estar admirando a la misma chica que quizás una hora atrás estaba apuntándome a la cara con una muy filosa y magnífica espada, pero no podía culparla, ni ella tampoco a mí. No podía entender por lo que estaba pasando, ya que realmente nunca me sentí parte de mi pueblo como tal, pero ella, en parte, tampoco me podía entender a mí.

Ambos estábamos huyendo, pero nuestras razones eran diferentes. Yo huía porque mi propio tío estaba intentando asesinarme, y ella huía porque su pueblo había perecido ante la indecencia del mío. Podía entender que quisiera descargar su resentimiento en mí, pero no lo aceptaría todo el tiempo y buscaría alguna forma para que me aceptara.

Incluso con pensamientos tan profundos acerca de la muchacha, el que dominaba mi mente y el más frívolo de todos era que consideraba su belleza como algo que me deleitaba y me hacía pensar en mi facilidad para caer ante una preciosa sonrisa.

Y es que he visto muchachas hermosas, pero ella... tenía algo diferente que no había percibido antes en ninguna otra señorita. No quería darme la tarea de averiguar qué era ya que eso me jugaría una mala pasada y no quería tener que preocuparme por ello ahora.

­­­­―Podría ir yo solo. ­­―Insistí por segunda vez en lo que va del largo camino hasta un lugar predestinado de reunión entre los narnianos.

­­―Es que yo creo que hay que esperar a los reyes y reinas. ­­―Expresó Buscatrufas, y creía que era algo que él ya había dicho pero no lo recordaba bien gracias a una distracción que caminaba frente a mí.­­

­­―Bien, ¡déjanos! ­­―Exclamó dramáticamente Ninabrik, con ese ceño que demostraba desdén y enojo que aún no podía entender del todo­­―. Dudo que los demás sean tan comprensivos.

­­―Dudo que los minotauros te escuchen. ­­―Farfulló la Princesa, dándome una humilde mirada por unos segundos.

­­―Minotauros... ¿son reales? ­­―Pregunté, y debo admitir para mí mismo que era algo estúpida aquella pregunta ya que, debido a lo que he visto en el último par de horas, era claro que sí existían.

­­―Sí, y tienen un muy mal humor. ­­―Volvió a hablar la muchacha de cabello castaño con algunas luces cobrizas resaltando a la luz del sol, algo que no había notado la primera vez que la vi.

­­―Quizás los centauros luchen a tu lado, pero no sé qué esperan hacer los demás. ­­―Habló Buscatrufas, más para sí mismo, con una de sus patas sobre su ¿hocico?

­­―¿Qué saben de Aslan? ­­―Pregunté de repente, a lo que los tres seres que iban delante de mí se pararon en seco y dirigieron sus ojos hacia mí, con un aire de sorpresa en ellos.

­­―¿De dónde sacaste tanta información?­­ ―Inquirió bruscamente Ninabrik.

­­―¿Tu padre te contó historias sobre Narnia? ­­―Me preguntó la Princesa, y me sentí algo desafortunado por ello. No me gustaba que tocasen el tema.

­­―No, mi profesor. ­­―Le corregí, tratando de ocultar una breve incomodidad en mi voz que podría delatarme frente a mis nuevos amigos, si así podían llamarse­­―. Oigan, lo lamento pero no deberían preguntarme ese tipo de cosas.

❝𝙏𝙝𝙚 𝙉𝙤𝙧𝙩𝙝 𝙄𝙨𝙡𝙖𝙣𝙙𝙨' 𝙌𝙪𝙚𝙚𝙣❞ [𝙋𝙚𝙩𝙚𝙧 𝙋𝙚𝙫𝙚𝙣𝙨𝙞𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora