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"¿A donde vas?" •
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Cuando sus labios se juntaron con los míos intenté alejarlo, pero terminé cediendo a sus besos. Agarró mis muslos y me alzó, abrace su cintura con mis piernas aún sin despegar nuestros labios.
—Eres un hijo de puta –dije entre besos. —Te odio
—Yo también de odio, candy –me pegó contra la pared y el aire abandonó mi cuerpo al sentir él impacto seco de mi espalda y la fría pared.
Su camisa abandonó su cuerpo y continuamos besándonos desesperadamente. Acaricié su cabello sacándole pequeños suspiros roncos mientras él tocaba mi cintura como si esta fuera de porcelana.
—No te soporto –dije cuando empecé a sentir su dura erección.
—Créeme que yo tampoco te soporto –se quitó los pantalones y alzó mi vestido. —Pero follarte es de las mejores cosas
—¿No que haber follado con la mesera era mejor que conmigo?
—Ni pudo lograr que se me pusiera dura –susurró en mi oído. Luego echó la parte de abajo de mi traje de baño hacia un lado y se introdujo en mi. —En cambió tú lo logras sin siquiera tocarla
Eche mi cabeza hacia atrás cuando lo tuve dentro de mi, esto se estaba convirtiendo en un patrón repetitivo pero vaya... Me encantaba.
Tal vez luego del acto me sentía usada y pésimo, pero justo ahora mi mente estaba bloqueada y solo se repetía algo en ella.
"Se siente tan malditamente bien."
—Estás tan húmeda, candy... Merlín, te sientes muy bien –susurró en mi oído mientras se movía suavemente.
Mi espalda estaba contra la pared y mis piernas enrolladas en su cintura, mis manos aferradas a su espalda y mis uñas clavándose en la misma.
—Más duro por favor –gemí. —¡Así, joder!
Él tomó mis caderas guiando el movimiento mientras que con la otra mano tomaba mi mejilla. Junté nuestros labios y él correspondió el beso al instante.
Abrí mi boca de placer cuando comenzó a rozar el punto perfecto. —Si, así por favor –gemí desesperada.
El sonido de nuestros cuerpos era repetitivo, el sudor que salía de nuestros poros se mezclaban mientras nuestros gemidos nos excitaban más. Tome desesperada su rostro entre mis manos y lo guié a mi cuello en donde dejó besos y chupones.
Sus movimientos se hicieron más rápidos y mis piernas comenzaron a temblar avisándome lo que se avecinaba.
—Córrete conmigo, vamos candy, Córrete –gimió contra mis labios y me dejé llevar al mismo tiempo que él.
