Capítulo 4: Aún no es el momento

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NOTA INICIAL: ¡Yeah! Otro capítulo para esta historia, espero que lo disfruten :D 

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Era la veinteava vuelta que daba en su propia maldita cama. No era que Jiang Cheng estuviera contando sus vueltas, bueno quizás sí, solo que no podía quedarse dormido.

Culpó a su energía extra al no poder salir a cazar como siempre lo hacía, pero una parte de sí, una bien molesta, le susurraba que el culpable era un cierto dragón que dormía pacíficamente a su lado.

Suertudo, pensó amargamente. Mientras él se entregaba a los brazos del insomnio, Lan XiChen dormía como si nada pasara, como si no tuviera que descansar en una cama extraña, con su ex enemigo al lado.

Jiang Cheng se tapó la cara y gruñó sin preocuparse por despertar a su esposo a su lado.

¡Bien!, pensó, que despierte el maldito.

Era, después de todo, injusto que solo él estuviera sufriendo.

Así que, sin delicadeza y consideración alguna, siguió moviéndose en su cama como si fuera un niño inquieto. Quizás lo era, al diablo su orgullo.

Aun así, se paralizó cuando sintió que Lan XiChen al lado suyo se movía en respuesta a su inquietud. Maldijo entre susurros. La verdad era que no quería que el otro despertara, sería incómodo.

Por suerte no fue así, Lan XiChen no despertó, es más, ahora acostado en su costado, quedó frente a Jiang Cheng; quien giró su cabeza mirando al rostro dormido de su esposo.

No podía creer que usará la cinta Lan de su clan aun dormido. Bufó. Pensándolo bien, jamás había visto a ningún Lan sin su cinta característica. Nunca, ni aun en el campo de batalla. Como tampoco había visto que tan prístina cinta blanca con nubes azules estuviera con una mancha de suciedad o sangre. Pensó, ociosamente, si está quizás tuviera un hechizo o talismán que impidiera que se moviera y ensuciara.

Sin embargo, aquel pensamiento curioso desapareció ante otro; pues tampoco podía creer lo majestuoso que se veía el dragón aun en sus sueños.

Gimió como si estuviera sufriendo.

No quería mirar aquel rostro que sabía, que conocía, que era más bello que cualquiera. Aún como enemigos siempre admiró aquella belleza que no pertenecía a este mundo, que aún con sangre y destrucción a su alrededor parecía una deidad caída del cielo. Y era algo que aceptaba... sólo para sí, antes muerto que proclamarlo.

Es por ello que, bajo la poca luz de los faroles nocturnos fuera de su dormitorio, pudo ver de cerca, y por primera vez, toda aquella belleza legendaria del príncipe heredero de los Dragones de Lan.

Se sintió hipnotizado y mordió su labio.

Piel nívea, sin manchas o imperfecciones, pestañas finas y largas, pómulos finos y nariz respingada. Labios pequeños y rosados... junto con aquel largo cabello negro que caía rebelde aun a pesar de la cinta que lo sostenía.

Jiang Cheng tragó sin percatarse de ello, muy avergonzado de aceptar lo mucho que deseaba ver aquellos ojos cobrizos, los cuales entregarían el pináculo de perfección a Lan XiChen.

No queriendo mirar más aquel bello rostro, bajó inconsciente la mirada por el cuello del dragón, viendo a través del escote de la túnica para dormir de este algunas escamas celestes, casi blancas, típicas de la raza de su esposo. Se preguntó ociosamente cuántas de estas escamas cubrían el cuerpo de Lan XiChen; ¿quizás todo su pecho? ¿o solo partes? La curiosidad innata de los felinos en él se hizo varias preguntas sobre esto, hasta que un pensamiento para nada decoroso le envolvió; después de todo, momentos antes, puedo apreciar algo del cuerpo de Lan XiChen.

Una razón para la paz (XiChengFest2020)Where stories live. Discover now