Capítulo 2: Una cuerda para unirnos

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Lan XiChen sintió que su cabeza le martillaba, aun así abrió los ojos con la determinación de levantarse.

Se detuvo; ¿en qué momento se había acostado?

No lo recordaba bien. Pero estaba seguro que no había sido a voluntad. Perdió el conocimiento. Pero, ¿por qué? Lo último que recordaba era una nueva pelea con Jiang Cheng, una más grande que cualquier otra, tanto que hizo hervir su sangre.

Se sintió mortificado; se había dejado llevar por la animosidad.

Y ahora estaba en su cama, recostado con un fuerte dolor de cabeza. Lo más probable es que el tigre le haya dejado fuera de combate. Gruñó.

Muy bien, le daría esa victoria.

Ahora sentía la enorme necesidad de volver a recostarse y ser envuelto en el agradable aroma de su cama.

Sin embargo, había algo diferente, algo que hizo que su nariz se arrugase ante la extrañeza.

Se giró hacia su lado izquierdo buscando la causa, al verla abrió los ojos sorprendido.

Pues recostado a su lado, estaba su esposo, el desagradable tigre heredero de Yunmeng.

–Jiang Cheng... – chilló en voz baja.

El mencionado dormía profundamente y no despertó ante su grito sorprendido.

¿Qué hacía el tigre en su cama? ¿Ambos quedaron fuera de combate a la vez? Solo que, ¿quién fue lo suficientemente maquiavélico para ponerlos en la misma cama? ¡Porque era obvio que el tigre no se metería voluntariamente a su lecho!

–Mmm... – el tigre se quejó en sueños.

Lan XiChen se paralizó ante la posibilidad de que Jiang Cheng se despertara, pero este solo se volteó quedando frente a él. Por el alivio, soltó un suspiro que no sabía que estaba guardando. Bueno, en cierta forma, si el tigre despertaba en esos momentos podía ir despidiéndose de su cama y de su dormitorio, pues no creía que Jiang Cheng se detuviera a escuchar sus razones.

Ahora lo mejor que podía hacer, era llamar a cualquier empleado o guardia y que se llevara a su esposo a las habitaciones de este. Lo que menos quería era que Jiang Cheng despertara en su cuarto y destruyera todo.

Teniendo esa intención, le lanzó una última mirada al hombre durmiente en su cama. Se sintió fascinado por las facciones del rostro de este; jamás había visto a Jiang Cheng sin su ceño fruncido, con un rostro casi relajado en sus sueños, la boca ligeramente abierta liberando pequeñas bocanadas de aliento. Se veía joven, más joven de lo que era, pero, ante todo, se veía tranquilo. Y Lan XiChen se sintió extrañamente hipnotizado por aquellos pómulos sonrojados, por esas orejas sobre la cabeza que se veían suaves a diferencia de sus propios cuernos, ásperos por las escamas; sintió el impulso de querer tocarlas, ¿serían suaves? de seguro que sí, estaban cubierta del pelaje del tigre.

Estaba dejando que la tentación y curiosidad le ganaran, y contra su más racional juicio, estiró una de sus manos hasta tocar la punta del lóbulo del felino.

El primer toque causó un reflejo condicionado en la oreja de Jiang Cheng, haciendo que se estremeciera suavemente; "Como un gatito...", pensó Lan XiChen. Por suerte, esto no despertó a su esposo, motivando a que siguiera tanteando la suavidad de estas.

–Suaves...– murmuró de forma inconsciente y maravillado, con una sonrisa sincera en sus labios.

Ahora, y más confiado, acarició con más ahínco aquellas orejas; estaba entretenido, tanto que ya no pensaba en el peligro que significaba que Jiang Cheng se despertara en esos momentos y lo descubriera tocándolo sin su permiso.

Una razón para la paz (XiChengFest2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora