CAPÍTULO 55. EL ORIGEN DE LAS TRAGEDIAS Y LOS SUEÑOS

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El sol se escondió tras las montañas en el momento en que llegaron los hermanos mestizos, dos de ellos Cazadores de Vampiros, a la fortaleza del Ancestro Sagrado, anteriormente descrita. Vladislaus y Selene se quedaron alertas por si aparecía algún enemigo inesperado, pero L les dijo que en su día había dejado a Tepes y al Barón Baasz bastante debilitados y molestos, con lo que no había una alta probabilidad de que se aparecieran por allí.

—Entremos —dijo L, y no se detuvieron en admirar los detalles de las enormes estancias que poseyera el palacio, excepto Zac, pero Vladislaus lo cogió del cuello de su abrigo y se lo llevó.

Zac no protestó en tanto caminaba tratando de ser muy silencioso, como hacían los dhampires, aunque no tenía punto de comparación con ellos.

—Esperad un momento, me estoy cansando.

Se enjuagó el sudor de la frente y miró a su alrededor, encontrándose la angustiosa oscuridad por todas partes, impenetrable y dura como una telaraña cuyo artífice era súper poderoso, mucho más de lo que jamás hubiese imaginado.

—Nos quedan unos minutos para arribar a la sala en la que nos batimos en duelo —dijo L.

Nada más aparecerse, el Ancestro Sagrado fue percibido por ellos justamente porque deseaba ser sentido por sus oponentes. Se personó, esto es, se hizo un ser de carne y hueso, volviéndose un vampiro de porte regio y elegante, que medía un metro noventa y llevaba puesto un traje rojo sangre; portaba un anillo de rubí en su dedo índice que le daba una apariencia más aristocrática. Sus salvajes ojos, un mar de sangre pura y revuelta, se hincaron en Zac a través de su enmarañada barba negra. Había una mezcla de salvajismo, de elegancia y de brutalidad en su mirada, que logró que el muchacho se quedara clavado al sitio, con la mirada fija y perdido en el contemplar al horror primigenio del universo vuelto carne.

—Habéis acudido al fin, mis queridos huéspedes transitorios. Estoy contento de que hayas traído a tu hombre, L. —Su mirada relumbró terriblemente, dejando una quemazón en el interior aterrado de Zac—. Veré si es lo bastante fuerte como para resistir el relato que he de contaros. Pues bien, ésta es una historia antigua, que sucedió en los albores del tiempo. En los comienzos del tiempo y del espacio, gracias a la tecnología del Big Bang pude crear el universo desde la Nada, y fueron surgiendo las estrellas y los planetas poco a poco. Todo sucedió en un lapso de millones y millones de años, lo cual es muy lento y tedioso. Para mí como dios me condicionó a esperar y a convertirme en una criatura paciente que buscaba cómo producir nueva vida paso a paso. "En primer lugar, yo deseaba dar origen a las presas y los depredadores, pues entre ellos y la cadena de concatenación que los unía con otros seres a su vez debían de equilibrar la balanza, de establecer el orden natural del mundo. Encontré que el planeta Tierra era un lugar habitable dentro de lo que cabe, cuya atmósfera protegía mejor de las radiaciones solares, por lo que desperdigué a los primeros vampiros sobre su superficie. Lamentablemente, eran débiles y no duraron demasiado, tan sólo unos cuantos centenares de años, lo que a mi visión privilegiada se trataba de un resultado escasamente valioso, siendo entendido como más bien pobre. Como los recursos terrestres abundaban, puse a otros habitantes más grandes y potentes que estos últimos. Serían tan enormes que llegarían a alcanzar las cumbres de las montañas y a navegar por los anchos mares, devastando su profundidad y socavando la tierra. Nacieron los gigantes, a los que denominé de esta manera pues eran colosales, y ellos fueron cincuenta mil en número, pero progresivamente menguaba su descendencia. Erigieron y levantaron numerosas pirámides para adorar a sus falsos dioses, los que ellos identificaban con la Madre Naturaleza. Me enfurecí con ellos y mandé un diluvio universal. Duró 50 días y 50 noches. Destruyó toda la vida en la Tierra, y el mundo hubo de resetear, de empezar desde cero. Creé a los saurios, los cuales eran gigantescos reptiles que se mataban entre sí por rivalidad manifiesta; estaba contento con su desarrollo pero apareció un asteroide que estaba en curso de colisión con la Tierra. Intenté desviarlo y lo logré, no obstante estalló en el planeta hace 65 millones de años. Más tarde de eso, creé a los pequeños mamíferos cuya sangre encontraban más jugosa los chupadores de sangre, y por ello los dejé vivir y fueron evolucionando sin parar, tras eras y eones. Por tanto, los pequeños seres humanos que decayeron tras bajar de los hombros de los gigantes se fueron convirtiendo en unos humanos que sabían utilizar la tecnología y se volvían más sabios y fuertes, y gracias a ellos la Nobleza pudo prosperar.

—No entiendo de qué va todo esto —masculló Zac.

— ¡No lo mires ni le hables!

L lo arrastró consigo, y el Antepasado Sagrado se giró hacia ellos sonriendo de oreja a oreja.

—Os he narrado el origen completo de los gigantes y de la Nobleza a fin de que luchéis contra mí, hijos míos. Sois carne de mi carne.

—Vamos a derrotar al origen de todas las tragedias y los sueños —sentenció L, anteponiendo las acciones desmedidas e imprudentes de Zac y protegiéndolo con su cuerpo.

La sonrisa del Ancestro Sagrado se fue difuminando hasta oscurecerse y rizarse, transformándose en el rictus de una sesgada mueca.


Cazadora de Vampiros LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora