LA GRAN WEINGHART

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Martes, 9 de octubre.

Hoy ha sido nuestro turno de visitar la Casa de Ana Frank, el colegio ha estado llevando a cursos enteros al museo entre esta semana y la anterior, amo cuando nos sacan del salón, es como si un peso enorme me quitaran de encima, me encanta visitar lugares como estos y para decir verdad no es mi primera vez aquí observando cada cuadro de esta casa, para mí ya es bastante familiar, es como si ella formara parte de mí, ambas somos judías, a ambas nos gusta apreciar lo bueno de la vida aunque la vida no nos esté tratando bien y a ambas nos gusta pensar que algún día nos enamoraremos de algún chico que nos aprecie, supongo que si ella estuviera aquí hubiéramos sido muy buenas amigas.

—Roth —me dice Milo que está junto a mí, contemplando la foto de Ana—, has visto a Ria. —Niego con la cabeza. ¿Desde cuándo le interesa Ria?—. Por cierto, ahí viene Melody.

Respiro profundo e intento sostener la respiración hasta esperar que pase, no obstante, se queda apreciando la foto en blanco y negro de Ana detrás de nosotros, Milo me codea para que nos vayamos, suelto el aire y cuando estoy por caminar ella escupe:

—¿Qué harás hoy, Eisen?

¿Ahora qué? Si digo que nada seguramente ella me pondrá algo que hacer.

—Iré con Milo a la pista de patinaje —Milo me da una ojeada y arruga la nariz y balbucea "no".

—¿Cierto Milo? —dice Melody.

Él aprieta los ojos y hace una mueca de enojo sin que ella lo pueda ver.

—Sí, Melody —dice Milo. Nos volteamos hacia ella—. Deja tranquila a Eider, ¿sí? Hoy es mía.

Ella nos da una media sonrisa, su mirada es penetrante y desafiante.

—Iremos con ustedes —Nos aclara. Trago saliva y aprieto mis dientes, no quiero que vaya. Y ni siquiera íbamos a ir—. ¿No hay ningún problema, Eisen? —Ella empieza a acariciar las puntas de mi cabello—. O ¿sí?

Milo con las facciones de su rostro intenta decirme que le diga que no, pero no puedo. Ella me odiaría aún más.

—No —le digo—, ninguno.

Milo resopla.

—Melody, ¿Qué vas a hacer en ese lugar? —objeta él—. Ni siquiera tienes patines o patineta

—¿A qué hora van a estar ahí?

Ella no despega su mirada de mí. Lo que le ha dicho mi amigo no le ha importado en lo absoluto.

Milo pone los ojos en blanco.

—A las cuatro de la tarde.

—Bueno, Eisen, más te vale llegar a la hora —aconseja y luego continúa caminando.

—¡Estás loca! —reniega Milo en voz baja—. Ese es nuestro lugar, era un lugar libre de salmonella, ahora estará infestado por bacterias.

—Cálmate que te puede oír —le digo casi que, susurrando, ella solo está a unos cuantos pasos de aquí—. Creí que si le decía eso pues no me pediría nada.

Milo aprieta con fuerzas sus labios.

—Pues te has equivocado, la has llevado a nuestro lugar feliz.

Bueno más que nuestro lugar feliz, diría que es su lugar feliz, él mío es leer un buen libro en una cafetería o visitar museos, pero sin Melody.

—Lo siento, como iba a saber.

—¡Ash!

Él me deja sola y camina hacia donde Ria que ha aparecido. Está justo en frente de una de las fotos del papá de Ana.

De Enero a DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora