ILLA SE BALANCEA DE UN LADO A OTRO EN SU CAMA PORQUE NO ESTÁ SEGURA DE QUÉ diablos va a hacer.
Es la noche. La noche que ha estado temiendo, la noche en la que todo empeorará y ella no tendrá más remedio que sentarse en su habitación y escucharlo. Se ha convencido a sí misma durante mucho tiempo de que estará bien con eso. Pero eso fue antes de que Theo Raeken supiera su nombre y antes de que se diera cuenta de que no podía dejar morir a Stiles Stilinski.
—No—, murmura, las lágrimas se acumulan en sus ojos más rápidamente. Su respiración es superficial, saliendo de su boca en ráfagas cortas y rápidas que la hacen sentir como si su pecho se estuviera hundiendo. De todos modos, se obliga a hablar a través de él. —No, Illa. No puedes meterte con el destino. No puedes. Está escrito en piedra. Stiles va a morir y también Valack y Cross y no hay nada que puedas hacer al respecto.
Illa repite esto una y otra vez para sí misma como un mantra hasta que está arraigado en su cerebro y quema detrás de sus párpados. El destino es el destino y ella no puede cambiarlo. Ocurrirán consecuencias horribles si manipula los eventos, y no puede permitir que eso suceda. Las cosas tienen que seguir su curso.
—Illa, tienes una visita—, le notifica Schrader desde la puerta. Illa ni siquiera había escuchado la puerta abrirse, lo cual es sorprendente considerando que el chirrido suele ser muy fuerte.
El estómago de la chica se llena de confusión y nervios. ¿Quién la visitaría? ¿Es otra de las sorpresas especiales de Valack? ¿Theo? Un frío temblor de miedo recorre su espina dorsal. Es raro que se sorprenda por algo, y el último día le ha traído demasiados giros inesperados para su comodidad.
—Vamos.— Schrader la agarra del brazo y la saca de la cama. Illa se libera de su agarre tan pronto como sus pies están en el suelo. Sus ojos ya están cerrados para evitar que cualquier imagen se entrometa en su mente mientras lo sigue, recordándole lo que sucederá esta noche.
Probablemente por eso no tiene idea de lo que sucede cuando escucha un golpe y un gruñido, y ya no siente la presencia de Schrader a su lado.
—Illa.
Ella conoce esa voz. No la ha escuchado en mucho, mucho tiempo, excepto en visiones, y no esperaba encontrarse con su fuente nunca más.
—Scott—, saluda temblorosa. —¿Eres tú mi visitante?
—Técnicamente, era nuestro amigo Parrish, pero yo soy el verdadero visitante—, responde. Su voz tranquilizadora le recuerda el sol a medio terminar en su pared. Quizás una parte de ella lo había visto venir cuando empezó a dibujarlo. —Bueno, lo somos.
Las cejas de Illa se fruncen juntas. ¿Stiles? —¿Nosotros?
Abre un poco los ojos para ver a un chico solo un poco más alto que ella parado frente a ella y a la izquierda. Sin mirarlo a la cara, puede ver que es musculoso a pesar de ser bajo para ser un hombre. Su cabello castaño está gelificado en la parte superior, por lo que parece casi puntiagudo. No está segura de la edad que tiene sin mirar sus rasgos faciales, y no planea hacerlo hasta que sea necesario.
Una cosa es segura: no es Stiles, y ella no sabe cómo sentirse al respecto.
