04| Estás sola

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—Ya lo han expulsado —anunció Dani dejándose caer en la silla que tenía al lado.

Estábamos en el aula de castigo. A Arnold le había parecido buena idea escaparnos a mitad de la primera clase y, como era de esperar, nos pillaron en seguida. Teníamos que estar ahí encerrados las dos siguientes horas.

Aquella sala olía a humedad, estaba poco alumbrada y adornada con una cantidad de mesas considerable, menor que la de otras clases. La luz que entraba era escasa, ya que la única ventana que había se situaba al lado del asiento del profesor.

—¿Tan rápido? —sonrió Arnold

—Lo he visto en el despacho del director, y luego haciendo su maleta. Sí, se va.

—¿Quién se va? —cuestioné entre susurros, acercándome.

—El chico que hizo que me expulsaran —Se encogió de hombros —. Lo que me dijiste me hizo pensar, y ya de paso me quité un marrón de encima.

—Sigo sin entender que me quieres decir. No sé si crees que soy Einstein o algo para que me hables en clave.

—Iban a hacer registro a Arnold y, como no tenía donde dejar la droga, porque él es quien la vende por aquí...—le hice un gesto a Dani para que continuara, porque de eso sí que me había enterado —se la metió en la mochila, se la pillaron, y lo han expulsado.

Abrí la boca.

—Pero es temporal, ¿no?

—Aquí te pillan con droga y te expulsan definitivamente.

—Te has pasado, Arnold.

—No me he pasado. Así aprende a elegir con quién meterse. Y la idea me la has dado tú.

—¿Yo? Encima tendré yo la culpa.

—Pues sí, porque a mí no se me ocurren estas cosas si no te tengo cerca —aseguró subiendo la mano por mi pierna, cubierta por unas medias que me protegían del frío.

—¿Así?

Le quité la mano cuando estaba a punto de meterse por debajo de mi falda.

—En verdad era lo justo —aseguró su amigo —, ya era hora de que le corten la cabeza.

Me quedé mirando al pelinegro, a la espera de una explicación por aquella expresión, pero no recibí más que una sonrisa que dejaba a la vista sus hoyuelos.

— ¿En serio? Alicia en el país de las maravillas, cuando...¿va en serio, chicos?

—Si, pero no tiene nada que ver en la conversación—contesté con voz ahogada.

—Si que tiene que ver...—aseguró, con la cara de color carmesí. Se trató de explicar:— la frase la dicen cuando...

—Mejor cállate —pidió Arnold.

Este se limitó a negar con el cabeza incrédulo, como si le indignara que no supiésemos de lo que estaba hablando. Tuve que contener la risa, para no llamar la atención, llevándome la mano a la boca.

—Se ha dormido —anunció Dani después de un rato.

Esa fue la señal para que nos levantáramos sigilosamente y emprendiéramos camino a la puerta, llamando la atención de los presentes, también castigados. Un golpe paró nuestros movimientos, y nos quedamos estáticos a la espera de escuchar la voz del profesor ordenando que nos sentáramos.

Con el corazón en la boca me giré hacia el señor, pero sus ojos permanecían cerrados. Vi a una chica, en el fondo del aula, recoger el libro que se le había caído. Era eso lo que había ocasionado el ruido.

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