31| Advertencias

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Acabábamos de salir de educación física, y me dirigía al vestuario cuando Tania se puso a mi lado. No nos habíamos cruzado casi después de la pelea. Como le exigí, al día siguiente del enfrentamiento encontré la cadena —que ya no me sacaba para nada— en la mesilla de noche. Así que me extrañó no sólo que se acercara, sino que me hablara.

—¿Tienes un momento?

Miré alrededor.

—¿Me hablas a mi?

—Tampoco me hables así, que solo te quiero decir una cosa.

—Tengo prisa —le dije, y era verdad, estaba sudando como puerca y quería darme una ducha. Pero también era divertido hablarle de esa manera.

—Quería...—Miró al cielo, y luego se centró en mi. En sus ojos avellana había sinceridad, pero también fastidio. Los piercings de su oreja brillaban a la luz del sol. Eso me recordó a que tenía que hacerme al menos uno. O más —. Perdón. No sabía lo importante que era para ti ese collar, si lo hubiese sabido...No hubiese hecho nada.

—Vale.

—¿Vale? —Me observó incrédula.

—Vale.

—No sé ni para qué te digo nada —protestó, ceñuda.

—No sé que quieres que te responda, porque directamente no tendrías que haberme robado nada, fuese importante o no. Y la disculpa no tiene que ser por eso, sino por tu afición por joderme desde que vine. No sé si lo que tienes es envidia, pero tendrías que hacértelo mirar.

Ella soltó una carcajada, sin gracia. Su hablar más acelerado y movimientos exasperados me hicieron saber que estaba perdiendo la paciencia. ¿Lo peor? Me daba igual.

—Como si no tuviese cosas más importantes que hacer. ¿Por qué iba a tenerte envidia a ti? —Levantó la mano a mi dirección y juntó las cejas como si fuera la cosa más estúpida que había oído.

—Si no es eso, entonces no sé qué puto problema tienes conmigo, porque es lo que me hace pensar todo lo que me has hecho. Búscate una vida.

—No, no. —Negó con la cabeza exageradamente —. Tampoco te subas ni te lo creas tanto. Primero, la preguntita esa de si son putas se las hacemos a todas las nuevas, es como un ritual, una broma. A los chicos les hacen arrodillarse.

—Pues vaya broma de mierda —murmuré.

Me ignoró.

—Y robarle a alguien cuando es nuevo también se lo hacemos a todos, estés en el internado de chicos o de chicas. Y no voy hablando por ahí de ti, no tengo ese tiempo.  ¿Sabes por qué conté que te liaste con Dani? Porque tú empezaste. Te pedí por favor que no le dijeses a nadie lo que tenía con Saray...

—No me lié con Dani, ni llegó a ser un beso. Y no sé qué problema tienes en que lo sepan, no te van a juzgar ni nada...—Me encogí de hombros.

—Que no es porque me juzguen, es porque era algo íntimo mío, que me quería guardar para mi. Tenía que decidir yo cuándo y a quién contárselo. —Se llevó la mano al pecho—. Ni siquiera estábamos  saliendo, y cuando dos personas están empezando algo lo peor que pueden hacer es contárselo a la gente, y más en un lugar como este en el que comentan lo que les da la gana y se inventan cosas. Y vienes tú y por tus ovarios decides contarlo por ahí, como si fuera algo tuyo. Te quejas de que los demás hablan de ti cuando tú eres la primera en hacerlo cuando tienes ocasión.

—Lo hice porque tú empezaste. Además, no quería que se enterara todo el mundo. Simplemente se lo comenté a las personas de mi mesa y supongo que alguien lo escuchó o algo. Igual, para lo que valió...Vosotras ya no estáis juntas.

HelaWhere stories live. Discover now