El acuerdo. Parte 3.

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Subió en el ascensor haciendo bailar el llavero entre las manos, nerviosa y todavía sin haber decidido qué quería decirle o cómo debía hacerlo. 

Se detuvo ante la puerta, cerró los ojos e inhaló antes de introducir una de las llaves en la cerradura. La giró mientras dejaba salir todo el aire contenido y dejó de retrasar el momento que tanto temía.

Lo primero que notó fue un olor agradable que provenía de la cocina. No supo diferenciarlo bien hasta que se acercó un poco más y tuvo claro que se trataba de su comida favorita. ¿Significaba eso que Natalia no estaba enfadada? No podía ser todo tan sencillo. Se había pasado medio día evitando el momento de volver a casa porque sabía que la había cagado y merecía que se lo hicieran saber. No esperaba llegar y que tuviera la mesa puesta y la cena preparada.

- ¿Nat? -preguntó, adentrándose en el salón. 

La morena apareció por el pasillo con el pelo envuelto en una toalla y una camiseta larga que solía usar para estar por casa.

- He preparado la cena pero yo ya he comido porque no sabía a qué hora llegarías. -la informó, haciendo uso del tono de voz y la expresión más neutral e impersonal que Alba había oído y visto en ella desde que se conocieron muchos años atrás.

- Gracias. -respondió con una pequeña sonrisa. - ¿Quieres que te seque el pelo? -le ofreció en un intento de hacerla explotar, pues la indiferencia le hacía aún mas daño que un más que razonable enfado.

- No te preocupes, ya lo hago yo. -respondió, volviendo a desaparecer por el pasillo. - Se te va a enfriar la cena. -pronunció ya desde su habitación, justo antes de encender el secador y dejarla con la palabra en la boca.

No estaba enfadada, sino decepcionada. Le había quedado claro nada más verla aparecer y se lo había confirmado su forma de hablarle, que se negara a que le secara el pelo cuando solía hacerlo casi cada noche desde que vivían juntas y que no le hubiese recordado que la llamase si se encontraba mal o, simplemente, que durmiera en su cama como había hecho la noche anterior.

Rara vez experimentaba esa emoción en Natalia y no sabía muy bien cómo hacerle frente, por lo que decidió cenar rápido con intención de abordarla antes de que se durmiera.

Unos minutos después dejó de escuchar el aparato y dejó el plató a medio terminar sobre la encimera, desesperada por hablar con ella y arreglar su cagada antes de tener que acostarse y pasar otra noche en vela sin ninguna necesidad. Y sobre todo, deseando hacerle saber lo arrepentida que estaba.

- ¿Nat? -preguntó, golpeando suavemente su puerta con los nudillos. - ¿Puedo pasar?

- Estoy cansada, Alba. -un pequeño pinchazo en el pecho al escucharla estuvo a punto de hacer que se rindiera y se marchara a su cuarto. 

Pero ella no era de las que se dejaba amedrentar y sí de las que se abría en canal ante las personas que le importaban, sin preocuparse de sí misma y sin levantarse cuatro muros de hormigón alrededor para esperar a que las cosas se solucionaran solas sin salir afectada.

- Por favor, Nat. No te quitaré mucho tiempo. -le rogó con la voz casi rota.

No supo cuánto tiempo estuvo en el pasillo, apoyando la espalda contra la pared frente a su puerta, pero no fue hasta que se decidió a irse a su habitación, derrotada, cuando escuchó sus pasos cada vez más claros y la vio entreabrir la puerta y regresar a la cama sin siquiera mirarla.

La rubia terminó de abrirla con mil dudas y miedos invadiéndole la mente y se colocó frente a ella, de pie y sin atreverse a acercarse demasiado.

- Lo siento. -se disculpó con total sinceridad, clavando los ojos en los de Natalia y diciéndoselo todo, no solo con sus palabras sino también con su mirada.

One shots AUWhere stories live. Discover now