El acuerdo. Parte 4.

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He terminado de escribir el capítulo 6 (el último de la historia en sí), así que he decidido subirles este como regalo porque estoy muy contenta de no haberlo dejado a medias. Como siempre, espero que les guste y que voten y me dejen algún comentario si les apetece, que el feedback me anima mucho a escribir.

Un saludo y nos leemos prontito :)

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Ninguna de las dos trabajaba esa mañana, así que el despertador no sonó y se dejaron dormir hasta que Alba se despertó con las clásicas náuseas mañaneras sobre las 10:30. Natalia la sintió salir de la cama y enseguida se levantó por si necesitaba algo. 

- No te preocupes, voy a aprovechar las ganas de vomitar para ducharme y desayunamos juntas. -propuso al verle la culpabilidad pintada en la cara.

Adorable. Pensó mientras se metía en el baño.

- ¿Te vas a duchar en vómito? -se atrevió a bromear desde detrás de la puerta.

- Venga ya, Nat, me has entendido perfectamente. -la escuchó reír al otro lado.

- Voy preparando el desayuno. ¿Quieres zumito de naranja? -las arcadas de la rubia fueron la mejor respuesta a su pregunta. - Vale, nada de zumito. ¡Qué asco el zumito! -exclamó mientras hacía una mueca graciosa, dirigiéndose a la cocina. 

Cuando Alba regresó, ya duchada habiendo expulsado hasta su primera papilla, la morena ya tenía preparada una bandeja con un par de sándwiches calentitos, café con leche para ella y Cola Cao para la rubia. La reacción a la palabra zumo había logrado que incluso lo descartara para sí misma.

- ¿Quieres desayunar en la cama? -le preguntó al verla aparecer en la cocina con un chándal de estar por casa y el pelo recogido en un moño improvisado.

- ¿Y llenarla toda de migas? -Natalia se encogió de hombros en un claro gesto de despreocupación, encaminándose hacia la habitación sin responderle. - Bueno, es la tuya así que me da igual... -aceptó sin rechistar, siguiéndola por el pasillo.

....

- A lo mejor y solo a lo mejor deberíamos hablar, ¿no? -rompió el hielo la pelinegra nada más tragarse el último trozo de sándwich que le quedaba.

- Ya lo sé, pero es que es todo tan surrealista que no sé ni qué decir. -una pequeña sonrisa asomó en la boca de Natalia mientras apartaba la bandeja y la dejaba sobre la mesa de noche. Alba rio, nerviosa.

- Bueno, tan surrealista no será cuando todo Dios creía que estábamos juntas desde antes de inventarnos este paripé... -pinchó, sabiendo que si no lo hacía, no conseguirían avanzar.

- Ya, pero a nosotras nunca se nos había pasado por la cabeza. -rebatió con toda la seguridad de quien sabe algo a ciencia cierta.

- Habla por ti. -se le escapó en un murmullo. 

La reacción instantánea de Alba -abrir los ojos y la boca a todo lo que daban-, provocó una mueca de incomodidad en la otra, que se maldijo en silencio por ser tan bocazas.

- ¿Qué has dicho? -preguntó incrédula, aún habiéndola escuchado perfectamente.

- Eh... si digo que era una broma, ¿me creerías? -uso su más que perfecta y estudiada mirada de de pura inocencia.

- Ni de coña, empieza a hablar. -exigió con tono autoritario, señalándola con el índice.

- Tampoco es para tanto... -Alba le acercó más el dedo, amenazante, aunque la expresión de su cara no reflejara lo mismo. - A ver, alguna vez sí que me he planteado qué podría pasar si íbamos más allá, pero en momentos puntuales y nunca en serio. -tragó saliva, arrastrándose hacia atrás despacio para alejarse un poco de ella.

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