El Cabify. Parte 1.

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-Ya era hora, joder. -refunfuñó de muy malas maneras nada más subirse al coche.

-Perdón por haberme retrasado tanto. -se disculpó con educación, a pesar del tonito que había usado la pasajera que acababa de ocupar uno de sus asientos traseros. -Han cerrado una calle justo delante de mis narices y he tenido que dar un buen rodeo para llegar. -le sonrió levemente por el espejo retrovisor, encogiéndose de hombros.

-Disculpa, ¿quién? -Natalia observo de nuevo el semáforo, deseando que cambiase de color rápido y poder avanzar.

-¿Quién? -repitió mientras repiqueteaba los dedos contra el volante, nerviosa.

-Sí, que quién te ha preguntado, si se puede saber.

-Bueno, he llegado tarde y es mi deber informarle del motivo. Si no le parece bien puede pedir otro Cabify y esperarle aquí mismo, igual llega antes así. -ironizó, metiendo primera al comprobar que sus plegarias habían sido escuchadas por fin.

La conductora no supo de dónde sacó el valor para hacer el comentario final. Jamás le había contestado así a ningún otro cliente, pero aquella rubia se había subido al coche con unos aires que no le habían gustado nada, tirando de un par de bolsas serigrafiadas con nombres de marcas bastante caras y hablándole de muy malas maneras. No pudo evitarlo. Natalia era buena, pero no iba a permitir que la chica se fuera de rositas y culpándola de todos sus males.

-Céntrese en conducir. -murmuró con rabia, sacando un vestido de una de las bolsas. -Gire un poco el espejo retrovisor. -exigió en el mismo tono, haciendo que Natalia resoplase. -Disculpe, ¿necesita pasar primero por Gaes? -preguntó un poco más alto, acercándose al hueco entre los dos sillones delanteros.

Una pequeña carcajada abandonó la boca se Natalia sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. Se maldijo por ello, pero intentó volver a ponerse seria antes de girar un poco la cabeza para mirar a la rubia frente a frente. Estaban bastante cerca y la conductora no pudo evitar fijarse en sus enormes ojos color miel. Se quedó tan atrapada en ellos que poco le costó apreciar el matiz verdoso que les añadía la luz del sol.

-Si me saca los ojos ahora igual también necesito pasar por una óptica. -se le escapó justo antes de volver a clavar la mirada en la carretera.

-Qué graciosa. -masculló mientras registraba las bolsas y comprobaba no haber olvidado comprar nada.

-No sé si pretendía que fuese amable después de cómo se ha subido a mi coche, pero podría agradecer que al menos sigo tratándola de usted. -respondió con claridad.

-Lo siento, ¿vale? Tengo un día de mierda y pensé que podía desahogarme un poco con alguien a quien seguramente no veré más. -La conductora no pudo evitar esbozar una leve sonrisa e intentó que la rubia no la viese por el retrovisor.

-Partiendo de esa base, también podría contarme el por qué de su día de mierda y desahogarse sin tratarme como una mierda. -Alba negó con la cabeza y estuvo a punto de soltar otra bordería, pero se contuvo.

-Solo conduza, por favor. -suspiró derrotada, soltando las bolsas y echándose hacia atrás.

-Perdóneme a mí también. -le pidió. -Se ha disculpado y yo podía haber evitado la provocación. -La rubia la miró con la sorpresa reflejada en la cara. -Hablo en serio cuando le digo que puede contarme lo que sea. Se me da bien escuchar. Por cierto, me llamo Natalia.

Alba resopló y estuvo a punto de quedarse en silencio el resto del camino, pero igual la conductora tenía razón y hablarlo hacía que se relajara un poco.

-Mi ex me dejó por otra hace 6 meses y me ha invitado a su boda, que es esta tarde en el sitio en el que teníamos pensado casarnos nosotros. -soltó casi sin pararse a respirar. -Soy Alba, encantada.

-¡Joder! -exclamó. -Entiendo perfectamente tu humor, Alba. -masticó su nombre. -¿Se puede saber por qué coño te invita? ¿No había hecho ya suficiente daño? -preguntó, girándose a mirarla aprovechando un semáforo.

-Es lo que llevo pensando desde que me llegó la invitación. -respondió, encogiéndose de hombros. -El problema es que si no voy lo va a interpretar como que me afecta, pero si aparezco sola voy a parecer una fracasada. -Natalia continuó conduciendo mientras pensaba cuidadosamente en las que serían sus siguientes palabras.

-¿Te afecta? -se atrevió a pronunciar al fin.

-No, sinceramente. -contestó sin más, bastante más tranquila. -Estábamos mal desde hacía tiempo y al final él se atrevió a hacer lo que yo llevaba meses pensando. -le explicó. La conductora asintió levemente. -Pero fue tan cobarde como para esperar a enamorarse de otra.

-¿Y a qué estaba esperando tú? -se atrevió a tutearla de nuevo, aprovechando que no se lo había recriminado antes.

-A lo mismo, supongo. -aceptó.

-¿No conseguiste que nadie te acompañara? -preguntó de nuevo.

-No quiero ir con ningún tío random porque me lo notaría y eso sí que sería ridículo. -Natalia sonrió tras su respuesta.

-¿Y con una tía random que casualmente lleva un traje en el maletero? -la rubia frunció el ceñó y aprovechó el espejo retrovisor para mirarla.

Quería saber si hablaba en serio antes de responder, pues se estaba planteando seriamente aceptar su propuesta. La conductora dirigió su mirada al mismo lugar que Alba y se encogió de hombros.

-¿Vendrías conmigo? -su tono denotaba ilusión y Natalia supo que ya no había vuelta atrás.

-Mi turno acaba en un ratito y justo tuve una reunión esta mañana y llevo un traje. ¿Cómo vas vestida? -la chica sonrió ante la pregunta.

-Llevo un mono morado con pata de elefante y zapatos negros. -respondió, un poco más ilusionada.

-Genial. -dijo. -Mi traje es de color blanco. Si conseguimos algún detalle morado puede que hasta parezca que nos conocíamos de antes.

Aunque no era su intención hacerle gracia con el comentario, se anotó un punto al escucharla reír.

-Tengo un bolso y un pañuelo del mismo color.  -aportó, abriendo una de las bolsas y sacando ambas cosas para enseñárselas.

Natalia paró el coche a un lado de la carretera y Alba la miró con intriga.

-Vamos a ir a una boda juntas y conjuntadas, como mínimo puedes sentarte delante. -bromeó, pulsando el botón para desbloquear las puertas.

La rubia no dudó en salir del coche con ambos complementos en la mano y sentarse a su lado.

-Puedes ponerte el pañuelo en el bolsillo y llevar mi bolso. -Natalia la miró sonriendo ante su entusiasmo y Alba notó sus mejillas arder.

-Hemos llegado, señorita. -dijo, parando junto al edificio que le apuntaba el gps. -¿Qué te parece si te recojo en un rato?

-La boda es a las seis. -la informó, aprovechando el hueco entre los asientos para coger sus cosas. -¿Nos vemos a las cinco y media? -la voz le salió entrecortada esa vez. Estaba nerviosa.

-Aquí estaré. -contestó sonriente.

-Hasta después, Natalia. -se despidió mientras salía del coche.

-Hasta luego, Albi. -susurró cuando ya no podía oírla.

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