Capítulo 45: Un misterioso mensaje

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El Octavo Mago los guió sin detenerse. Cruzaron la plazoleta central de la isla, rodeada de jardines y caminos que llevaban a las otras dependencias, cuyas arquitecturas encarnaban fielmente a las culturas de Terra.

En el trayecto, Karen y Yashi divisaron la torre donde aparecieron el primer día, coronada por la aurora magenta. Visto desde lejos, el edificio de invocaciones les recordó al castillo de Patrum, por sus firmes pilares y bases escalonadas. Al regresar de Jryverak también aparecieron en él, en otra de sus salas.

Llegaron al templo principal y las enormes compuertas de marfil se abrieron solas, dándoles paso a una gran recámara. Esta no tenía ventanas y era alumbrada por las antorchas blancas que se sucedían hasta el fondo, tiñendo sutilmente los ladrillos cincelados con dibujos de todas las eras. Al final, un par de guardias custodiaba la otra compuerta.

El hombre sujetó bien a Furan y mantuvo el paso. Su sola presencia hizo que los soldados se apartaran y les abrieran.

Así recorrieron dos galerías más, exactamente iguales; lo único que cambiaba eran los dibujos en las paredes. En la última se encontraron con Dono y Clavel, detenidos frente a otro portón y rodeados por una decena de guardias.

—Señor —habló uno de los soldados, recibiendo al Mago—. Están adentro, pero aún no ha llegado el Décimo Mago. ¿Nos encargamos de sus visitas también?

—¡Ya llegué! —exclamó alguien desde la entrada.

Era el último de los altos magos, el más joven de los sucesores. Con él traía a Mizu, sin Psi que quedó en el cuarto y a Ban, quien bostezaba tapándose la cara. Seguía cansado por lo de la mañana.

Los demás se quedaron de piedra al verlo. Azzel le dedicó una mirada suspicaz a Yashi, que no estaba sorprendido. Sin duda su amigo lo sabía y no se le comentó.

—Ya llegué, ya llegué —reiteró con las manos alzadas—. Podrían haberme contado que estas cosas aún existían.

—Esperen aquí —pidió el Octavo Mago, ingresando con su colega a la siguiente habitación. Extrañamente, el resto sólo vio negro, era como si un abismo se los hubiera tragado.

Furan saltó frente a Ban, alterando a los guardias.

—¡¿Así quedaste después de la nube negra?! —se recogió, asustada por que la rodearon con lanzas y espadas. Dono apoyó su mano sobre un arma, en un movimiento suave y controlado.

—Déjenla —habló cortés—. Ella no hará nada peligroso. Pueden seguir vigilándome.

—Já —se mofó Karen—. ¿Tu castigo es andar con niñeras?

Él les mostró su costado izquierdo, sin Ariecca. Clavel resopló y miró al resto.

—¿De qué nube negra hablan?

—En la que desapareció Ban. —Furan tenía la cabeza hundida entre los hombros—. No sé qué pasó, pero en Gófteca él quedó atrapado en una nube mágica y luego se fue volando... Y no supimos más...

Tragó grueso, no era su intención delatarlo. El chico se cruzó de brazos, aguantándose el escrutinio.

—Tiene que ver con la misión —miró a los guardias—. Después se los explico.

—Vaya —Dono lo examinaba desde su posición—. Ahora será más fácil entrenarte, ya no te aplastaré por accidente.

Ban le devolvió una mirada hostil, pero Furan se adelantó y no lo dejó responder.

—¡Tú! —la morena apuntó violenta al espadachín—. Hablando de aplastar. Casi me come una salamandra.

Azzel estrechó a Mizu.

Archimago 5, Secretos develadosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora