CAPÍTULO 5

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A la mañana siguiente todo parecía normal, pero al momento de que me entregaran la medicación, noté que las píldoras que tomaba, habían sido reemplazadas por otras que más bien parecían solo vitaminas, pero lucían casi igual que las píldoras de siempre.

Intercambie una mirada con Ivy y ella solo sonrió con complicidad, lo cual me hizo preguntarme... ¿Cómo había logrado intercambiar las píldoras? Y... ¿Por qué no lo hacía con su propia medicación?

Seguí la misma rutina de siempre y me senté en la mesa más apartada; pero esta vez en lugar de concentrarme solo en la comida, mi mirada se desvió hasta la mesa central, donde Ivy comía completamente sola.

¿Por qué todos le tendrían tanto miedo?

Todos en este lugar eran criminales, muchos de ellos asesinos; entonces... ¿Por qué le tenían tanto miedo a una simple chica como Ivy?

Esa era una pregunta a la cual verdaderamente quería encontrarle una respuesta; a simple vista Ivy parecía una chica frágil y delicada, pero eso solo era en el exterior, porque por dentro, era una fiera muy peligrosa; pero... ¿Qué tan peligrosa?

Cuando terminamos de comer, todos se retiraron para realizar sus actividades, algunos se marcharon a sus habitaciones, otros a sus sesiones de terapia o algo así y otros no tenía ni idea, pero como yo cumplía con mi palabra, decidí buscar un grupo o una actividad a la cual integrarme.

Pregunté a un enfermero sobre las actividades y con cada una, más ganas sentía de pegarme un tiro y acabar con todo de una vez por todas; pero al final, después de escuchar una gran lista de actividades que consideraba repulsivas, me decidí por el arte, que era lo único que me sonaba razonable.

El guardia que siempre me vigilaba me guio hasta la habitación donde se daba esa clase de arte y al entrar solo había tres personas además de un doctor que supervisaba a todos; tomé mi lugar y el doctor a cuyo nombre no le presté atención me indicó que podía tomar de la mesa central cualquier material de arte que quisiera, pero solo podía tener un pincel o un lápiz; además de las pinturas.

Por lo paranoico que parecía estar el doctor, lo más probable era que algún interno lo hubiera atacado en esta clase, pero justo ahora me parecía realmente difícil de creer, ya que las tres personas que se encontraban pintando, parecían a punto de desmayarse de lo drogados que estaban por tantos calmantes.

A los pocos minutos la puerta volvió a abrirse y me llevé una sorpresa al notar de quien se trataba; pero ella ni siquiera me notó y solo se acercó a la mesa central, tomó un par de carboncillos y se posicionó en un lugar vació.

Yo por mi parte había tomado un pincel y unas cuantas pinturas; la verdad, no era muy bueno en cuanto al arte, pero intentaría hacer algo, al menos de esa forma podría evitarme escuchar charlas motivacionales por parte de la doctora Carter.

Comencé con mi propio trabajo, pero cada cierto tiempo mi mirada se desviaba hacia ella que parecía sumamente concentrada en lo que estaba haciendo; se mordía los labios y fruncía el ceño mirando el lienzo; sus manos estaban sucias por el carboncillo, pero no parecía importarle, en lugar de eso, parecía bastante cómoda y sus ojos tenían un brillo diferente que la hacía ver como a una niña emocionada, lo cual resultaba desconcertante.

Después de más de una hora, por fin la clase concluyó y me apresuré en regresar los materiales que había utilizado, para dirigirme hacia lo que si me interesaba ver; ella se sorprendió al notar mi presencia, pero no dijo ninguna palabra y solo me dejó observar, mientras se mantenía en silencio.

Ivy había dibujado la mitad de un rostro y tenía que admitir que era excelente; su precisión era sorprendente y la forma como los ojos parecían observarte, como si estuvieran vivos en el lienzo, era algo impresionante; pero... ¿Por qué un rostro? ¿Y más importante, de quien era ese rostro?

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