Capítulo 72

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ASHLEY

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ASHLEY

Una hora antes

Hoy me he levantado súper temprano, me he puesto un vestido amarillo, me he pintado los labios y a diferencia de ayer mi ánimo no está mejor ni peor. Es algo intermedio. Casi diría que la balanza podría inclinarse a mejor y eso se lo debo agradecer a Dash. Él hace cosas tan impredecibles que de un día para otro soy directora de laboratorio del Centro de Investigación Entomológico de César Brown —CIECB— para el estudio científico de los insectos. Así como si nada, como si creyera que nací para este puesto. No puedo engañarme, su fe en mí es la que me tiene feliz y con una pizca de optimismo. Los dos centros tienen el nombre del padre adoptivo de Dash y el centro entomólogo apenas lleva como unos cuatros años abierto y con lo poco que lleva activo es uno de los centros que está haciéndose sonar por el resultado favorable en sus investigaciones.

Paso al otro centro atajando por el túnel de cristal, me encanta pasar por él y siempre me quedo unos segundos mirando el exterior, no sé por qué siento que es como si desde pequeña me gustaran y no tenía ni idea de ese gusto hasta que vi éste.

Camino hasta el despacho de Dash y toco la puerta. Cuando decidí venir al centro él también lo hizo ya que tenía una reunión importante y los dos venimos en su lexus. Espero respuesta y al no obtenerla abro pasando a su interior. El despacho es una réplica del otro centro y miro que no está.

¿No ha acabado con la reunión?

Salgo y voy a la sala de reuniones que no tiene perdida ya que está en la misma planta y allí no hay nadie. Deambulo por el pasillo y me cruzo con un empleado que al mirarme me hace una reverencia que me deja pasmada y con los ojos como platos.

—¿Qué hace? —le pregunto al pararme.

—El señor Brown lanzó un comunicado hace diez minutos diciendo a todos los empleados que debemos saludarla así —me explica algo nervioso.

Estoy que no me lo creo.

¡Qué hombre más exasperante!

—No tiene que hacerlo.

—A mí no me importa y no contradigo al jefe.

Al jefe quiero verlo ya mismo y estrangularlo.

—¿Sabe dónde está el señor Brown? —aplaco mi irritación con una voz neutra.

—Él por esta hora suele estar en el mariposario —se mira el reloj de muñeca—. El otro edificio tiene por detrás un...

—Sí, ya sé. Gracias.

—De nada, señorita Halsey.

Me hace la reverencia otra vez y se larga apresurado. Ya me decía a mí que el día empezaba bien. ¿Cómo se le ocurre mandar un comunicado a todos los empleados para que me hagan una reverencia? ¿Se le ha ido la cabeza? Me va a oír. Regreso al ascensor y de camino al otro edificio las personas que me encuentro me hacen la misma reverencia y me resulta incómodo, molesto y me muero de vergüenza. Aprieto las manos pasando por el túnel de cristal y trato de evadir que me hagan más reverencias. ¡Qué no soy una princesa!

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora