Capítulo 10

1.4K 148 6
                                    


HANS

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

HANS


Atravieso una puerta que me lleva a la zona de rehabilitación. Casi me siento con ganas de gruñir cada tres segundos. Solo puedo mantener en mi mente que no estoy dispuesto a que Kat se marche a Hawaii, y que haré lo que sea para que se quede conmigo.

Acelero más los pasos, entrando de golpe en la sala de rehabilitación. Y antes de encontrarla escucho dos tipos de risas. Solo una de ellas la reconocería hasta con los ojos cerrados.

Veo a Kat agarrándose a una barandilla y un chico moreno a su lado —mucho más joven que ella—, sujetándola de la cintura. No hay nadie más, solo ellos. Me paro un segundo para analizarlos. La risa de ella, solo me fijo en eso y que yo no soy su autor, y que ese tipo está sacando lo peor de mí al hacer reír a Kat. No lo conozco. No sé quién es. Y no me gusta lo cerca que está de mi esposa. No puedo pensar nada, los celos me aguijonean con crudeza y retuercen mi sistema neutral.

Hace tanto tiempo que no siento como el descontrol y el caos se alinean para joder mi cordura.

Siento un vertiginoso y feroz sentimiento de posesividad que me hace avanzar hacia ellos, sin quitar mis ojos de ese que agarra a mi mujer con demasiada confianza. ¿Dónde cojones está Paola? ¿La chica que ayuda a Kat con sus ejercicios?

—¿Interrumpo? —mi voz sale como un gruñido.

Kat jadea girándose, y el chico lo hace sin sorpresa, inspeccionándome de arriba abajo con cara de que no le ha gustado nada que los interrumpiera. Templa, Hans. Siempre fuiste muy pacífico. Claro que eso fue hasta que Kat entró a mi vida y me hizo descubrir cómo eran los celos de verdad, como era sentirte dominado por una posesión carnal que no puedes controlar.

Sólo miro a Kat. Miro sus ojos azules por los que cruza un sinfín de emociones. La conozco. Teme mi reacción.

—¿Quién es usted? No puede estar aquí —me replica el chico y agradezco que suelte a Kat, porque lo encaro sin rastro de humor, imponiendo mi metro noventa.

—¿Me lo vas a prohibir tú? —aprieto la mandíbula.

Es apenas un chaval, le saco una cabeza y media y no tiene nada de músculos. Pegarle por provocarme no resolvería mis problemas.

—Por supuesto —me responde con soberbia—, soy uno de los fisioterapeutas y aquí solo entran personas autorizadas. Y dudo mucho que usted esté autorizado.

—Adelante —le hago un gesto duro—. Atrévete a sacarme de aquí.

Él me toma la palabra y me encara más, y no entiende que tiene las de perder, pero antes de que pase nada un cuerpo más bajo que se mueve con dificultad se atraviesa entre los dos.

—Ya basta, Hans —me mira a mí enfadada y yo le devuelvo la mirada con más dureza.

—Ah, eres Hans —resalta el buitre acariciándose la barbilla con una sonrisa que interpreto como guasona—. Ahora lo entiendo.

Remembrance ©Where stories live. Discover now