Capítulo 59

790 111 21
                                    

KAT

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

KAT


Estoy demasiado lejos de la librería Café Books. Dejé por esa zona mi coche. Cuando decidí salir de casa y darme una vuelta por Canmore, no paré de caminar, sin un objetivo en mente, y cuando vi el parque Centennial entré en él y me quedé sentada en uno de los bancos de madera que hay debajo de los pinos.

Cerrando los ojos, me dejo envolver por el olor de los pinos, por el clima que hace, por el sonido de los niños jugando a mi alrededor. Ese sonido es tan inocente, tan puro. Por un momento miro a ese puñado de niños que corretean por el césped jugando entre ellos. Y una marejada de emociones me golpea haciéndome sentir vulnerable. Pienso en mí. Pienso en Hans. Y en que no veo en nuestro futuro ningún hijo, porque más allá de los intentos, más allá de las esperanzas que nos dan alas... no podemos ser padres por mi culpa. Agacho la cabeza controlando el sollozo estrangulado que se ata en mi garganta y entierro efusivamente una mano en mi pelo al tener ese pensamiento tan pesimista. Ni siquiera debería pensar en ello, porque los dos estamos en un punto muerto. No sé qué va a pasar. Y eso es lo que me tiene aterrada.

Sigo dándole vueltas a irme a Hawaii. Pero visitar a tía Olivia supone contarle la verdad, porque ella me conoce, y una vez que vea todo lo que refleja mi rostro no va a descansar hasta que le diga la verdad. No quiero manchar la armonía y la felicidad de mi tía y Phil con mis problemas.

Me levanto del banco al sentir que se ha revuelto un aire muy frío que azota con intensidad y camino encogida por la senda del parque, esquivando a las personas que avisto de reojo al estar más ensimismada de mirar el suelo.

¿Cuántos meses estás sin tocar a Katherine?

Cinco meses.

¿Y qué piensas al respecto?

¿Qué voy a pensar? Siento que en cualquier momento mi matrimonio acabará.

Cierro los ojos un momento con amargura.

Hay más vídeos. Pero no me siento preparada para seguir enfrentando a Hans en ese estado de dolor, tormento, rabia, impotencia...

¿Por qué demonios no me dijo nada?

Noto como una pelota choca contra mis pies y eso me despierta de mi embotamiento, pero antes de que se deslice lejos por culpa del viento la alcanzo y la recojo del suelo, y alzo la mirada en busca de su propietario. Y veo como un niño de ojos castaños y de apenas cuatro años corretea hacia mí y con las mejillas sonrojadas me hace un gesto con las manos para que le dé la pelota. No puedo evitar sonreír con ternura observando que su madre viene apresurada detrás de él. Me inclino y le devuelvo la pelota.

—Hay un truco muy bueno para que el viento no te quite la pelota. Aférrala muy fuerte contra tu pecho —le guiño un ojo.

—Gracias —dice el niño con una sonrisa inocente y hace lo que le he dicho, la pone contra su pecho con fuerza con sus bracitos rodeando la pelota. Eso me hace sonreír más y por un momento la amargura que siento es más leve. Yo levanto la cabeza y miro a la madre y ella me hace un gesto de agradecimiento mientras coge a su hijo en brazos y le da una leve regañina para que no suelte más la pelota y le explica que ya no hace tiempo para jugar.

Remembrance ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora