𝐶𝐴𝑃𝐼𝑇𝑈𝐿𝑂 𝐼 - 𝑊𝘩𝑒𝑛 𝑡𝘩𝑒 𝑙𝑖𝑔𝘩𝑡𝑠 𝑎𝑙𝑙 𝑤𝑒𝑛𝑡 𝑜𝑢𝑡.

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"𝖢𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗋𝖾𝗌 𝖼𝗈𝗇𝗌𝖼𝗂𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖽𝖾 𝗅𝖺 𝗆𝗎𝖾𝗋𝗍𝖾, 𝖺𝖼𝖺𝖻𝖺𝗌 𝖺𝗌𝗎𝗆𝗂𝖾𝗇𝖽𝗈 𝗍𝗎 𝗉𝗋𝗈𝗉𝗂𝖺 𝗌𝗈𝗅𝖾𝖽𝖺𝖽".
𝖱𝗈𝗌𝖺 𝖲𝖾𝗀𝖺́𝗌.




Desconocía por completo el momento en el que todo se torció tan repentinamente.

Hace tan sólo un momento estaba de pie junto a Ebaristo, escuchando el discurso que, como candidato, tenía preparado para las elecciones.

¡Joder! Él fue perfectamente claro con lo de mantener un perfil bajo, sin embargo no podía ignorar el hecho de que el rechazo de su solicitud para entrar al cuerpo policial había desanimado a su amigo. Tal vez por eso no opuso resistencia y decidió simplemente apoyarlo cuando se presentó como candidato.

Quien lo diría. Después de tanta mierda, Horacio aún tenía corazón de pollo.

Atento, escuchaba sus propuestas y, en acallados susurros que sólo su colega era capaz de distinguir, soltaba comentarios fuera de lugar, todo con tal de desconcentrarlo. Ebaristo, en cambio, jamás perdió el hilo de su discurso, aunque un par de risitas nasales sí que resoplaron sobre el micrófono que sostenía.

Aquel infantil intercambio de bromas terminó cuando Horacio sintió su teléfono vibrar dentro de su bolsillo.

Con todas las identidades que poseía no era extraño que le llamaran en anónimo, por lo que decidió apartarse un poco para responder.

—¿Si?

El característico sonido de un reloj resonó al otro lado de la línea. Eran desesperantes tic tac rodeados de nada más que silencio.

—¿Qué cojones? —el hastío comenzaba a nublar su expresión.

No fue hasta que algo de ruidosa estática, seguida de una voz, se hizo presente que aquella llamada en verdad capturó su atención.

—"Donde el futuro de Los Santos se debate, los maderos arden y, de sus cenizas, los caídos de las familias resurgirán"

De inmediato, el rostro de Horacio se ensombreció y un escalofrío le recorrió la columna de arriba a abajo. Reconocía aquella voz pese a la estática que la ensombrecía, sin embargo necesitaba asegurarse de que en verdad era él antes de ceder al pánico.

—Dominic... —le llamó en un susurro que le escocía la garganta.

La suave risa que confirmó sus conjeturas le erizó la piel.

—Que comience el juego, chiquitín. —fue lo único que dijo el italiano antes de cortar la llamada.

Ambas frases todavía se repetían una y otra vez en su mente, ponían sus sentidos alerta.

Maderos, cenizas, caídos.

Su agudo sentido policial le advertía que aquella no fue una llamada al azar, se trataba más bien de una amenaza, pero también podría lastimar su orgullo si tan sólo se trataba de su habitual paranoia.

Horacio no deseaba caer nuevamente en los imprevisibles juegos de la mafia, pero, si lo que Dominic había dicho era en sentido literal, no tenía más opción que danzar a su ritmo.

"Donde el futuro de Los Santos se debate, los maderos arden..."

Sus bicolores orbes se abrieron de par en par con la décima repetición de aquella frase. Si su interpretación era correcta, todos los presentes en el edificio estaban en riesgo de perder la vida.

𝐷𝐼𝑆𝐸𝑁𝐶𝐻𝐴𝑁𝑇𝐸𝐷Where stories live. Discover now