𝐶𝐴𝑃𝐼𝑇𝑈𝐿𝑂 𝑉 - 𝑇𝘩𝑒 𝑟𝑜𝑎𝑟 𝑜𝑓 𝑡𝘩𝑒 𝑐𝑟𝑜𝑤𝑑.

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"𝖫𝖺 𝗆𝗎𝖾𝗋𝗍𝖾 𝗇𝗈 𝖾𝗑𝗂𝗌𝗍𝖾, 𝗅𝖺 𝗀𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗌𝗈́𝗅𝗈 𝗆𝗎𝖾𝗋𝖾 𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝗅𝖺 𝗈𝗅𝗏𝗂𝖽𝖺𝗇; 𝗌𝗂 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾𝗌 𝗋𝖾𝖼𝗈𝗋𝖽𝖺𝗋𝗆𝖾, 𝗌𝗂𝖾𝗆𝗉𝗋𝖾 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋𝖾́ 𝖼𝗈𝗇𝗍𝗂𝗀𝗈".
–𝖨𝗌𝖺𝖻𝖾𝗅 𝖠𝗅𝗅𝖾𝗇𝖽𝖾.

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Fleurie - Hurts like hell
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—¿𝐆𝐮𝐬𝐭𝐚𝐛𝐨?

Cuando abrió los ojos, el dueño del nombre fue cegado por la oscuridad del lugar. Al mismo tiempo arrugó la nariz por el penetrante olor a sal y humedad que le lastimaba el olfato.

Su lenta capacidad de adaptación le permitió distinguir que aquel sitio carecía de ventanas, estaba rodeado únicamente de oxidados barriles y estanterías en mal estado, y una sola entrada se imponía frente a él, pero estaba bloqueada por un par de centinelas cuyo rostro no reconocía.

El único sentido que le concedía un indicio de presente y realidad era su oído. A lo lejos se escuchaba el oleaje del mar y el replicar de las gaviotas traían consigo su ubicación aproximada. El muelle.

—𝐍𝐨 𝐯𝐚𝐬 𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐨, ¿𝐧𝐨?

Gustabo giró el rostro en busca de la voz suplicante que le llamaba, entonces lo vió de rodillas sobre el suelo y con ambas manos tras la cabeza.

Horacio tenía una mirada repleta de terror. Su voz rota y el lamento silencioso que iluminaba sus orbes le anunciaban lo evidente, pero García no lo comprendió hasta que recayó en el arma que sostenía en alto, apuntándole directamente a la cabeza.

Asustado, hizo el ademán de soltarla, pero su cuerpo se mantuvo impasible.

¿Qué cojones sucedía? ¿Por qué no puede moverse?

—¿𝐄𝐬 𝐚𝐛𝐬𝐨𝐥𝐮𝐭𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫 𝐞𝐬𝐭𝐨, 𝐍𝐚𝐝𝐚𝐧𝐝𝐨?

Sus labios se movieron sin su permiso.

Él era un simple espectador de aquel suplicio. No entendía absolutamente nada o, mejor dicho, no quería entender.

—𝐌𝐢́𝐫𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐚, ¡𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐡𝐚𝐠𝐚𝐬!

—𝐓𝐞 𝐝𝐢𝐣𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐢𝐛𝐚 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐞𝐫 𝐩𝐫𝐨𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐬 𝐇𝐨𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨, 𝐭𝐢́𝐨.

Gustabo quería decirle que todo estaría bien, desviar el arma hacia el líder de la mafia y salir cagando ostias de aquel zulo con su hermano en brazos, entonces pedirían refuerzos a Conway y reventarían a tiros la puta sede.

Era un plan de escape, aunque arriesgado, casi perfecto. Tan sólo existía  un pequeño detalle; no tenía control de sí mismo.

— ¡¿𝐕𝐚𝐬 𝐚 𝐬𝐞𝐫 𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐭𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐟𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢𝐞𝐫𝐝𝐚?!

— 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐮́ 𝐭𝐞 𝐡𝐚𝐬 𝐦𝐞𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐇𝐨𝐫𝐚𝐜𝐢𝐨; ¡𝐲 𝐭𝐞 𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐣𝐞! 𝐍𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐩𝐚𝐜𝐢𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐦𝐞𝐭𝐞𝐫𝐭𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐨.

𝐷𝐼𝑆𝐸𝑁𝐶𝐻𝐴𝑁𝑇𝐸𝐷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora