CAPÍTULO VEINTISEÍS

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Emma.

¡Carajo! Parece como si me hubiese pasado un camión por encima. Siento la molesta luz del sol en la cara y maldigo a Apolo en mi mente, tengo un horrible dolor de cabeza, me cubro más con la manta e intento volver a conciliar el sueño, pero las ganas de ir al baño y la sed horrible que siento me obligan finalmente a levantarme de la cama.

Tengo que quedarme sentada unos minutos por el mareo repentino que me toma y cuando se me pasa voy al baño, hago mis necesidades y decido qué voy a tomar una ducha, sólo que olvido colocar el agua caliente y termino gritando cuando el agua helada me cae encima.

Quiero llorar, siento que la cabeza me va a explotar, no vuelvo a beber más nunca. Me visto con un simple enterizo holgado de color crema y mis sandalias de estar en casa. Voy a bajar y el vecino decide que es buena idea colocar sus rancheras a todo volumen, me asomo por la ventana de la habitación y lo veo bailando en su cuarto.

—¡¿Puedes apagar esa mierda?! —Le grito—. ¡Me va a explotar la cabeza!

—¿Y tú apagaste la música del demonio que tenías anoche? —Me grita de regreso—. Tú me jodiste la noche y yo te jodo la tarde, loca.

—¡Serás hijo de puta! —Me enojo y me arrepiento de andar gritando cuando una punzada vuelve a recordarme el horrible dolor de cabeza que tengo—. Ojalá se te queme la comida, pervertido de mierda.

Le digo y cierro la ventana de un golpe.

—¿Terminaste ya de insultar al pobre hombre? —Levanto la vista y me encuentro con un torso desnudo. Bien, hace calor—. Me vas a desgastar.

—No seas ridículo. —Intento rodar los ojos, pero el dolor no me deja—. ¡Joder! ¿Me puedes dar un poco de agua? Siento que voy a morir.

—¿Quieres que te de agua? Y yo pensando que querías que te diera mucho sexo. —Se ríe y lo miro sin entender, niega con una sonrisa y me pasa el agua—. Esto se vuelve más divertido aún. Baja para que comas, tus amigos se fueron hace dos horas.

—¿Qué hora es? —digo después de tomarme todo el vaso de agua.

—Las cuatro. Elsah está igual o peor que tú, se tomaron hasta el agua del florero.—Me mira con una ceja alzada—. Y es literal, porque el florero está vacío, pero aún tiene las flores.

—Asco. —Hago una mueca y solo espero no haber sido yo—. Vamos.

Bajo con él y Elsah está tirada en el piso con una almohada en la cara.

—Apolo, no seas miserable. —Gruñe—. Tú puedes quitarme esta resaca del demonio, por favor.

—¡Es cierto! —lo miro mal y me ignora yendo a la cocina, sirve dos tazones con una especie de caldo y me pasa uno—. ¿Qué es esto?

—Comida de borrachos con resaca. —Es lo que dice saliendo de la cocina y entregándole el otro tazón a Elsah—. No voy a curar a nadie, yo no las mandé a embriagarse de esa manera.

—¡Apolo! —Chilla Elsah y hago una mueca de dolor por el sonido—. Te odio.

—Lo voy a superar. —Dice poniendo una mano en su pecho, lo que me hace recordar que anda sin camisa y con un pantalón de pijama.

—¿Y tu camisa? —le pregunto sentándome en el piso junto a Elsah.

—No lo sé. ¿Te incómoda? —Me mira con una sonrisa—. Porque anoche querías arrancarme la ropa, tenías unas manos muy traviesas.

—Eso es verdad. —Se ríe Elsah—. Tengo resaca, pero recuerdo todo y andabas gritando que ibas a tener sexo con tu ardiente novio.

Los miro horrorizada y Apolo me mira de regreso, solo que él parece muy divertido.

APOLO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora