06 · Una cifra más

8.5K 834 238
                                    

KALEI

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

KALEI


Hace un año

—¿Te has quedado con hambre? —me preguntó Connor serio.

Negué con la cabeza mientras terminaba de tragar la última cucharada de leche con cereales. Sentado frente a mí, estaba Connor, quien se había comido una manzana y me esperaba con la espalda apoyada contra el respaldo de su silla y los brazos cruzados sobre su pecho.

—Oye, esta leche sabe rara, ¿no? —le dije aún con la boca llena.

Connor se rio por lo bajo. Su reacción me hizo darme cuenta de que, tal vez, no había escogido las palabras más apropiadas para expresarme. Acabé negando con la cabeza mientras la agachaba y me tapaba los ojos con las manos.

—Vale, eso ha sonado un poco mal —admití muerta de la vergüenza.

—No te preocupes, te he entendido —contestó Connor con suavidad.

El sonido de su voz me hizo apartar las manos de mis ojos y mirarlo con nerviosismo. Descruzó los brazos, se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa. Entonces estiró una de sus manos hasta rozar mi cara y colocar un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. Después, me acarició la mejilla. De forma inconsciente, giré la cabeza hacia su mano, buscando más contacto. Eso lo hizo sonreír. A mí me dio un vuelco el corazón.

—Es leche de avena —me contó—. Por eso sabe diferente, porque no es de origen animal.

—¿Leche de avena? ¿Y por qué tienes en casa leche de avena? —le pregunté con curiosidad.

—Porque soy vegano —respondió.

—Vegano... —repetí pensativa—. ¿Esa es la digievolución de los vegetarianos?

Esta vez sí que se rio con ganas. Yo quedé completamente embelesada y desmontada por la risa más bonita que escuchado en mi vida. Al final, pude reaccionar, pero mi respuesta fue ponerme a sonreír como una tonta. Connor agachó ligeramente la cabeza mientras se pasaba la mano por la barbilla. El gesto me resultó increíblemente sexy y me mordí el labio inferior mientras no le quitaba el ojo de encima.

—¿Digimon? ¿En serio? —preguntó sin dejar de reírse.

—¿Qué pasa? Eran uno de mis dibujos favoritos de pequeña... —murmuré por lo bajo.

Connor volvió a cruzarse de brazos y a inclinarse hacia atrás, esta vez con una sonrisa en el rostro y sus ojos fijos en mí. Los entrecerró ligeramente y unas suaves arrugas marcaron su piel.

—No me lo creo —declaró tranquilo—. No tienes esa pinta.

—¿Qué pinta? —quise saber.

—De friki —respondió.

El sonido del mar en Hawái ✔️Onde histórias criam vida. Descubra agora