Kalei se siente perdida. Quiere regresar al lugar que la vio nacer, pero no soporta la idea de enfrentarse a sus recuerdos. No le queda nada en esa isla, pero siente que allí podría encontrarlo todo.
Connor se ha rendido. Quiere perseguir su sueño...
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KALEI
Ahora
Temerario, incontrolable y competitivo. Esas son las primeras tres palabras que se me vienen a la cabeza cuando trato de describir a Connor surfeando. Y entonces sí que no entiendo absolutamente nada. Siempre había pensado que su rechazo al agua radicaba en el hecho de que estuvo a punto de morir, pero nada más lejos de la realidad. Es imposible. No veo miedo en su mirada, veo ambición y, cuando veo que se anima a pillar unas olas con Tom Kelley, no sé quién alucina más de todos nosotros.
Estoy cansada, además, me apetece disfrutar y ver a Connor en el agua, por lo que me quedo con Mark y Cody en la lancha. Josh, sin embargo, se va con los otros dos a surfear. Después de verlo pillar unas cuantas olas con una facilidad que me deja casi pasmada, me giro para hablar con Mark.
—Pensaba que le daba miedo volver al agua —le digo.
Él me mira, niega con la cabeza, y vuelve a prestar atención a los movimientos de su amigo sobre las olas.
—No creo que Connor le tenga miedo a nada —responde con sinceridad—. Nunca en mi vida he conocido a un tío más inconsciente y temerario que él. He perdido la cuenta de las veces que ha salido sangrando del mar, o de las veces en las que, surfeando con él, he pensado «de esta no sale».
—¿Entonces? No entiendo nada —murmuro, completamente perdida.
—La culpa, Kal Summers. Eso es lo único capaz de pararle los pies a alguien como Duncan —responde Cody interviniendo en la conversación.
A pesar de que está sentado junto al volante de la lancha y que parecía no prestarnos atención, es más que evidente que se ha enterado de todo. Le da un largo trago a su lata de cerveza y se quita las gafas de sol.
—Andrews era igual de él. Era cuestión de tiempo que a alguno de los dos les acabara pasando algo —dice encogiéndose de hombros—. El mar ya es lo suficientemente peligroso como para que encima creas que puedes controlarlo.
Con una extraña sensación en el pecho, busco a Connor con la mirada. Hemos comido en la lancha, por lo que llevamos casi todo el día en el mar, surfeando, haciendo un poco el tonto y viendo discutir a Tom y a Connor, quienes no lo hacen ahora porque están surfeando.
—Deberíamos avisarles para que vuelvan ya —propone Mark—. La luz está cayendo y aquí a estas horas...
—¿Qué? —pregunto recelosa.
—Digamos que surfear no es demasiado seguro —responde Cody distraído.
Mark se pone en pie y silba, tratando de llamar la atención de los tres, pero Connor y Tom tienen suficiente con intentar tirarse el uno al otro de la tabla. Mark rueda los ojos.
