15 · Todos lo sabíais

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KALEI

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KALEI


Ahora

Me levanto de la mesa como un autómata. Estoy en shock. Lo reconozco. A pesar de eso, sigo sin ser capaz de reaccionar. No escucho nada, no puedo pensar nada. Solo puedo sentir. Y es tan insoportable que ni siquiera quiero hacerlo. Me alejo de la mesa lo suficiente. Mis pies rozan la arena de la playa. Mis rodillas caen contra el suelo y una sacudida me envuelve el cuerpo antes de que vomite todo lo que he bebido esta noche. Mientras lo hago, me arde la garganta.

—Espero que tomarais precauciones —escucho a Eileen de fondo.

Alzo la vista lo justo como para ver a Maia abalanzarse sobre ella. La coge del pelo y, como solo sería capaz de hacer una hermana mayor, le estrella la cabeza contra la mesa. Escucho gritos, la gente se revoluciona. Las voces suenan demasiado fuertes. Me pongo en pie como puedo, tratando de seguir alejándome. Sin embargo, acabo cayendo contra la arena, de espaldas, justo a tiempo para ver cómo dos policías, un hombre y una mujer, sujetan a Maia y acaban reduciéndola mientras Eileen se aleja, junto con dos guardias de seguridad que van a su lado. A mi hermana no tardan en ponerle unas esposas. Yo observo la escena como si fuera un maldito sueño.

Despejan el bar. Obligan a la gente a marcharse. Es tarde. Hemos dado un buen espectáculo y han agredido a la hija del gobernador de Hawái. Veo cómo se llevan a mi hermana hasta el coche de policía que hay aparcado en la carretera, lejos del local exterior en el que se suponía que hoy tendríamos una quedada tranquila para conocer a Ada.

—Kal, dame la mano —escucho a Tom.

Se agacha a mi lado, ayudándome a levantarme. Cuando estoy de pie, noto que me tiemblan las piernas. Acaba entrelazando nuestros dedos y apoyándome contra su pecho, rodeándome con uno de sus brazos.

—Vámonos —me susurra tirando ligeramente de mí.

Y, entonces, como si la situación no fuera lo suficientemente insoportable, escucho su voz.

—Suéltala.

—Duncan, déjala tranquila —le ordena Tom.

—Está conmigo, Kelley. He dicho que la sueltes —repite Connor con una voz que me pone los pelos de punta.

Sus ojos azules me observan impasibles. Y entonces todas las imágenes caen sobre mí como puñales de hielo que se me clavan por todo el cuerpo. Nos veo en su moto, besándonos en la playa de Los Ángeles. Nos veo paseando de la mano por la arena. Nos veo en su casa, cenando juntos, durmiendo en su cama. Nos veo haciendo el amor, nos veo duchándonos juntos, riendo, viviendo, amando. Escucho los «te quiero» y pienso que nunca dos palabras han sido capaces de asfixiarme tanto.

—No te acerques a mí —consigo decir, pegándome más contra el cuerpo de Tom.

—Kalei, por favor —me suplica Connor, avanzando hacia nosotros.

El sonido del mar en Hawái ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora