Vínculo

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La noche había caído en la ciudad y todo parecía ir normal en la casa de los Jung.
Jongho ya había tomado su cena y ya se encontraba arropado en su cama vistiendo su pijama de autos y sus dientes estaban picantes y frescos por la pasta dental que ya estaba empezando a usar desde unos días atrás, dejando de lado la pasta dental para niños pequeños que más bien sólo era dulce en gel.
Wooyoung acarició sus cabellos rojos mientras sentía como sus ojos lagrimeaban, aún lo veía a él en su bebé. Tan idéntico, tan precioso. Soltó un suspiro y cerró la puerta de la habitación del pequeño, dirigiéndose a la suya y a la de su pareja.

—¿Ya está durmiendo?—Preguntó Yeosang desde la cama, cerrando un libro muy interesante que estaba leyendo acerca de psicología, no sin antes colocarle un separador que le había elaborado su bebé en la guardería para no perder su avance. Wooyoung asintió y tomó espacio en su lado de la cama, quedando debajo de las frazadas, y colocando su almohada favorita debajo de su cabeza, Yeosang apagó su lámpara de lectura e imitó la acción de Wooyoung, quien a los pocos segundos ya estaba roncando.
Quién fuera él para tener el sueño tan pesado, pensaba Yeosang todas las noches cada que su marido tocaba la cama y caía rendido sin remordimiento alguno.
Sin embargo esto era bueno, puesto que Wooyoung jamás se daba cuenta de lo que hacía el joven rubio cuando éste ya se encontraba en el mundo de los sueños.
Yeosang quitó la manta con sumo cuidado y se colocó sus pantuflas afelpadas, abrió la puerta y con el mismo sigilo la cerró.
Ya no había nervios en su cuerpo o esa pequeña espinilla dentro de su subconsciente diciéndole "no entres", no, todos esos nervios de que Wooyoung le atrapase habían quedado atrás, así que sin preocupaciones giró la perilla y abrió la puerta, adentrándose en el estudio donde su marido solía ir y perderse mayormente los fines de semana, que era cuando no tenía trabajo en el consultorio.
El lugar estaba muy desordenado a punto de vista de Yeosang, pero pese a que le dijo múltiples veces a su marido que limpiara ese lugar, éste se justificaba diciendo que todo ese desorden de papeles estaban acomodados de una forma para que a él se le hiciera más fácil de reconocer.
Demasiado extraño, pensaba el rubio, claro que todo era simple pretexto para justificar que era un flojo, pero jamás se lo diría en cara.

Se sentó en la enorme silla giratoria y encendió el ordenador de mesa, el cual en cuestión de segundos ya estaba arrancando, dejando ver una ventana principal con un icono de un Jongho de cinco meses vistiendo un mameluco de zorro y unos guantes de color rojo. Yeosang sonrió inconsciente al ver a su pequeño y le dio click, dejando ver una barra de color blanco que le exigía poner una contraseña, la cual el rubio ya se sabía de memoria. ¿Qué era lo que un padre usualmente pone de contraseña?, la fecha de nacimiento de su primer hijo, algo suficientemente fácil para algunos. El rubio la tecleó y con tan sólo dar click en enter, ya estaba viendo la pantalla brillante del ordenador de su esposo, la cual tenía un bello fondo de un bosque, algo común para una persona adulta.
Buscó entre tantas carpetas y archivos aburridos con gráficas, tablas y cosas muy ordinarias hasta que dio con la carpeta que casi reconocía de memoria. La seleccionó y enseguida se abrió todo un archivo lleno de videos y fotografías.
Yeosang usó el mouse para desplazarse con facilidad y aleatoriamente puso uno de los videos, el cual empezó a reproducirse en cuestión de segundos.
En primera toma se veía un parque, con muchos juegos, arboles y uno que otro sonido de los pájaros. Luego de eso pudo escuchar una risa demasiado ruidosa, claro que ya sabía de quién se trataba. La persona que sostenía el teléfono caminó unos cuantos pasos y enfocó en el cuadro a la persona culpable de aquella escandalosa risa.
—¿Qué estás haciendo?—Preguntaba amorosamente la voz detrás del celular, llamando la atención de la otra persona.
Un Wooyoung adolescente de cabello rubio y rizado volteó su rostro y se sonrojó ligeramente al ver que se encontraban grabándolo, e inconscientemente puso su mano sobre la cámara. La otra persona solo reía y apartaba su celular para que su novio pudiera salir completamente.

Sayonara, San! Where stories live. Discover now