Te protegeré como una estrella

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—Jongho ha estado muy inquieto, me gustaría ir a caminar, ¿me quieres acompañar?—Wooyoung hizo un gesto flojo ante la propuesta por parte de su esposo.
Era su día libre y lo único que quería era estar acostado en el sillón mirando televisión sin molestia alguna, incluso estaba pensando en pedirle a San que le hiciera compañía mientras ambos veían nuevamente la misma película animada de comedia, sin embargo como siempre, sus planes habían sido afectados.
Fingió pensarlo unos cuantos segundos, pues si era sincero no tenía ganas de ponerse sus pantalones y salir de casa, menos con el clima tan frío que hacía afuera.
San por otro lado suspiró, sabía de antemano que Wooyoung era muy quisquilloso con sus días libres y quizá lo que menos querría en ese momento era salir a dar un paseo en pareja.
—Bien, entonces iré.—Dijo sin esperar alguna respuesta del rubio y terminó de colocarse su cardigan. Realmente no estaba molesto, al contrario, conocía perfectamente a su esposo y respetaba su decisión de quedarse en casa a descansar luego de todo el trabajo tan arduo que hacía.

—Nos vemos en un rato.—Sonrió Wooyoung a su esposo y le dió un beso en la frente, para posteriormente acariciar suavemente su barriga. Y finalmente San salió por aquella puerta, lanzándole al rubio un último 'te amo' antes de cerrarla, dejando que wooyoung se tumbara en el sillón a tomar una siesta tranquilamente.

(...)

—Tu papá Woo es todo un flojo.—Repelaba cierto joven a su estomago mientras caminaba tranquilamente por las calles del vecindario.—Pero aun así lo amo. Espero que tú también lo ames, Jongho.

San amaba hablar con su bebé. Aveces era blanco de miradas que no sabían la razón por la cual el joven parecía hablar sólo, sin embargo sólo necesitaba transmitirle todo el dulce amor que le tenía guardado a su pequeño. Ya ansiaba tenerlo en sus brazos y poder besarlo por primera vez, acariciar sus manitas, sentir sus cabellos,era toda una fantasía que estaba solo a semanas de ser cumplida.

Caminó durante algunos veinte minutos por la calle.
Su vecindario era el más tranquilo de la ciudad, así que tenia la confianza de recorrer unos cuantos kilómetros sin compañía de nadie. Los autos no frecuentaban, no había ruido a excepción de los pajarillos que pasaban volando por ahí y el viento era favorable casi siempre.

Estaba demasiado tranquilo, hasta que de pronto a mitad de una intersección se encontró a un hombre parado a mitad de la calle, mirando hacia un punto muerto.

Tuvo un mal presentimiento en primera instancia, el tipo se veía ido, sus ropas estaban muy desarregladas y en una mano parecía sostener algo, una cosa que San no podía ver debido a la lejanía que tenía con el hombre.

—¿Está bien?—Se animó a hablar, sosteniendo su vientre como si intentase protegerlo a toda costa.

El hombre, por otra parte, se giró hasta quedar frente a él y San pudo observar sus ojos completamente rojos.

Estaba asquerosamente drogado.

El joven pensó en irse, sin embargo, justo cuando se giró sintió como ese extraño hombre comenzaba a correr tras de él.
Entonces San corrió.
Corrió con tanta fuerza que no sintió los dolores que empezaban a recorrer en su cuerpo.
Estaba asustado, quería sacar su celular y llamar a su esposo pero en un movimiento torpe este cayó de sus manos y dió a parar en el suelo, pero el joven no quiso detenerse y recuperarlo, no cuando un hombre venía siguiéndolo y menos cuando por fin pudo notar lo que yacía en su mano firmemente.
Una navaja.

Sus lagrimas cayeron y como si de una mala jugada del universo se tratase, tropezó con una roca.
Y lo siguiente que San pudo sentir fue mucho, no, demasiado dolor.



—M-Mi bebé...Alguien...¡Ayuden a mi bebé!—Estaba desesperado.
Su vientre dolía y lo único que podía pensar era en lo peor.
Sus manos llenas de su propia sangre temblaban, las lágrimas más que de dolor, eran de desesperación y terror. ¿Por que nadie lo estaba ayudando?, rezaba con mucha fuerza. Rezaba para que el universo se apiadara de él y salvara a su bebé. Se comenzaba a sentir débil, pero no podía cerrar sus ojos, no podía hacer eso, no hasta estar seguro de que Jongho estaba bien.
No se preguntó de donde o cómo, pero inesperadamente sacó todas sus fuerzas para arrastrarse a una calle principal y ahí fue cuando una joven lo encontró, gritando del susto al ver a un chico herido.
—A-Ayuda...—Fue lo último que San dijo, antes de cerrar sus ojos y ver todo absolutamente negro.

Sayonara, San! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora