Un distinto mañana

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Con algo de pereza acarició su estómago abultado de siete meses. Acababa de hacer el aseo general gracias al aburrimiento de estar todo el día en casa, por lo tanto la sala olía a vainilla, el olor favorito de él y su bebé.
Sus pies ya dolían ligeramente por todo el esfuerzo físico que había realizado y desde hacia unas horas atrás su pequeño pedazo de algodón no dejaba de tener un partido de fútbol dentro de su vientre.

—Vamos Jongho...Sé que ya tienes ganas de salir, mi amor, pero debes aguantar un poco más.—Hablaba con cariño San, sabiendo de antemano que tal vez su hijo lo podría escuchar y reconocer su voz, después de todo, le hablaba y cantaba desde que tenía cuatro meses por recomendación de un libro de maternidad que le había regalado Wooyoung.
Aquel sentimiento de amor y emoción invadía su cuerpo con euforia, realmente estaba esperando aquel momento en el que su hijo llegara a la vida de él y su esposo. Soñaba despierto e imaginaba todo tipo de tonterías que llegaran a su mente. ¿Se parecería a él o a Wooyoung?, ¿sería tranquilo como él o un hiperactivo como Wooyoung?, ¿serían buenos padres?, esta última aveces le aterraba y pese a que en sus tiempos libres aprovechaba y leía libros o vlogs en internet acerca de la crianza y cuidados de un bebé no dejaba de resonar en su cabeza la pregunta de si seria un buen ejemplo para su pequeño Jongho, después de todo, ¿quién nace siendo un papá perfecto?, exacto, nadie.
Una patada por parte de su hijo lo trajo de vuelta a la realidad, haciendo que soltara un quejido por el dolor.
—Mis costillas bebé...—Dijo entre quejas, sobando aquella zona que anteriormente fue golpeada.—¿Acaso me estás regañando por pensar mucho en el futuro?, lo siento...Es sólo que me preocupa no ser un buen ejemplo para ti...—Nuevamente obtuvo una patada más suave como respuesta, haciendo que ahora soltara una risilla, dejando ver sus lindos hoyuelos.—Tienes razón, mi amor...Mejor no pensar en eso ahora...Cuando nazcas veré que hacer...—Tras decir aquello, soltó un bostezo y comenzó a cantarle a su bebé mientras daba caricias suaves de un lado a otro.

"Esta casa la compro sin fortuna...
Esta casa la compro con amor...
Para que juegue mi Jongho con la luna...Para que juegue mi Jongho con el sol....
Yo le quiero dar lo que no tuve...
Yo le quiero mirar poco a poco crecer...
Y alcanzar una nube, yo quisiera que dios, que dios le arrullara...
Y un mañana distinto y un distinto mañana, también le regalara...
Duerme mi niño, duérmete ya...
Duerme mi niño, duérmete ya...."

—Buenos días

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—Buenos días.—La ronca voz de Yeosang tras un bostezo sonó en la habitación junto con una sonrisa, mientras le extendía una taza de café negro recién hecho, notando como el contrario se encontraba algo intranquilo mirando alrededor del hogar como si estuviese en un estado de alerta, esperando a que algún tercero entrase por cualquiera de las puertas, el rubio sólo soltó una risilla y dejó la taza de color azul en la mesa.—Hey, no te preocupes. Wooyoung salió de casa temprano.—Sonrió al ver cómo San parecía dejar de estar tenso, lo vió soltar un suspiro y posteriormente se sentaron en la mesa de la cocina, San tomó su taza y le dio un sorbo que lo trajo completamente a la vida, dándole la oportunidad a Yeosang de conocer sus facciones y analizarlo discretamente sin temor a ser mal visto.
Su rostro delgado y fino, su piel llena de pequeñas pecas que parecían formar constelaciones, sus lindos ojos rasgados y su cabello brillante lo hacían ver precioso, además de que su cuerpo se veía demasiado bien para haber cargado con su bebé por varios meses. Choi San parecía irreal, sacado de algún cuento de hadas que le compró a Jongho, o al menos eso pensaba Yeosang mientras seguía admirando con curiosidad la bella complexión del contrario y por un momento, sintió algo de envidia, deseaba ser igual de hermoso que él.

Sayonara, San! Onde histórias criam vida. Descubra agora