CAPÍTULO 28: UN DEBER.

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LOS PASOS DE SKALA RESONARON EN LOS PASILLOS DEL GRAN PALACIO: rápidos y bruscos, casi como si estuviera corriendo. Apretó sus manos varias veces intentando distraer su atención de lo ocurrido minutos atrás pero se sobresaltó al impactar con el cuerpo de otra persona, el golpe casi le manda al suelo, pero una mano se extendió y le detuvo.

—¿Qué te pasó en la cara?— la voz del Oscuro rompió el silencio. Los ojos lagrimosos de la pelirroja se elevaron hacía el ojigris.

El General observó el corte en la mejilla de la mujer que había logrado que la sangre manchara su rostro y parte de su cuello. La preocupación se transformó en un sentimiento de ira que se transmitió en cada una de sus expresiones. La mano de Skala le detuvo con una fuerza inaudita cuando intento pasar por su lado. —Lo mejor será que salgamos de aquí. — murmuró la joven. Su ceño se encontraba fruncido y pesé a que intento no demostrarlo, El Oscuro notó su voz temblar.

—Puedes ir, yo debo hacer...

Skala le detuvo de nuevo —Estoy bien. No es nada. — murmuró. El Oscuro se contuvo de maldecir. ¿Qué no era nada?

—¡Él no tiene permitido tocar a los Grisha!— exclamó con enojo. Skala tomó una respiración.

—¿Y sí tiene permitido acostarse con ellas?— cuestionó, el rostro del Oscuro adoptó una mueca. La pelirroja apretó ligeramente más fuerte el brazo del General antes de soltarle —Prefiero cortes en la cara que ser su nueva puta. — declaró antes de dar una mirada a los alrededores y comenzar a caminar. Sintió los pasos del Oscuro siguiéndole luego de unos segundos.

La pelirroja agradeció mentalmente cuando salieron a los grandes parques y aunque jamás hubiera querido admitirlo, ver el Pequeño Palacio fue como un refugio seguro lejos de las garras de su majestad. —¿Te amenazó? ¿Puedes decirme al menos que te dijo?— preguntó —¡Al menos déjame llevar con una sanadora!— exclamó Kirigan mientras le sostenía por el brazo. Skala detuvo su andar y le miró fijamente por unos segundos.

—En este momento no soy la posesión más bonita del moi tzar, así que lo mejor es que siga el sabio consejo que él me dio... — murmuró con burla —Ser una buena prisionera: entrenar, dormir temprano y tener perfil bajo. — comentó para tragar duro luego —De todas formas supongo que me lo merezco.

Aleksander relajó sus hombros y su expresión cambio levemente —No eres una prisionera— aseguró. Skala sonrió suavemente y eso le ganó un ardor intenso producto del corte.

—Tú mismo lo dijiste cuando llegamos: toda Ravka es prisionera. — citó sus palabras. Comenzó a caminar de nuevo, pero luego de unos pasos lanzó un bufido y se giró intentando relajar sus emociones.

Le había causado muchos problemas al General y lo que menos necesitaba él en aquel momento era un desplante.

—Lo mejor será que me concentre en mi entrenamiento, supongo que tendrá los ojos de sus soldados sobre mí— aseguró —Prometo no causar más problemas, no intentar escapar ni volverme desquiciada y asesinar a alguien del Palacio. Me voy a enfocar en mis entrenamientos, en socializar y beber vino en las comidas como hacen todos los demás — expresó, se giró y comenzó a caminar pero de nuevo se detuvo y le enfrentó —¡Ah, y si te lanza con un jarrón, mejor muévete a la derecha!— exclamó antes de lanzar una mueca que pretendía ser sonrisa y de una vez por todas apresurar sus pasos sobre el pasto verde dejando al Oscuro parado en medio del claro a cada vez más pasos alejado de ella.

La pelirroja dejó escapar un sollozo cuándo estuvo lo suficientemente  cómo para que él la oyera. La pura verdad es que la había pasado mal allí dentro, que su rostro ardía y que se había asustado, pero sobretodo, se había sentido un pedazo de basura sin derecho alguno a réplica. Había cometido errores y debía pagarlos, pero no podía creer que su propio Rey no tuviera ni una pizca mínima de decencia. Sabía que mantenerse alejada un tiempo de Aleksander podría hacer que el Rey no descargará su ira contra él, o al menos, no tuviera motivos para seguir alimentando sus estúpidas teorías. Pasó una de las manos por su rostro arrastrando consigo lágrimas y sangre, y cuando llegó al pasillo de las habitaciones en el Pequeño Palacio, el rostro de Alina le miró con sorpresa y terror.

—¡Skala!— exclamó la joven para abrazarla. Skala se dejó arrastrar hasta la habitación por la de cabello oscuro y allí explotó en llanto mientras su amiga le consolaba.

—No debí irme, Alina. No debí— balbuceó contra la kefta azul y dorado de su amiga.

Está acarició su espalda en un intento desesperado de calmarle. —Todo está bien ahora, Kala.

Luego de lo que fueron unos largos e interminables minutos de agonía, Alina logro que Skala calmara su llanto y se sentará en una silla para comenzar a limpiar su herida e intentar curarla a la forma antigua del Primer Ejército donde no tenían Sanadores por doquier. —Me asusté mucho cuando leí tu nota y no te encontré— aseguró la de cabello oscuro antes de lanzarse una mirada dura. —Sí te vuelves a ir, llévame contigo al menos — le pidió. Skala apretó los labios. — Pensé que me había quedado realmente sola para siempre, y temí por tu vida.

—Irme fue un error— suspiró antes de darle una mirada rápida al espejo que había frente a ella en el escritorio. Su aspecto bastante dejaba que desear. —No soy más que un imán de muerte y...cosas extremadamente siniestras — aseguró.

Alina dudó pero finalmente tomó asiento frente a ella y abrió la boca —Han estado diciendo cosas aquí dentro, rumores...

—¿Qué quieres saber?

—Bueno...¿Que pasó?

Skala esquivó la mirada de la joven — Había encontrado el pueblo de donde Irella, la madre de Sebastián era. — murmuró —Encontré un compañero de viaje en el camino, Viktor. — la pelirroja sonrió levemente —Un hombre excepcional sin duda alguna, y cuándo llegamos...— lanzó aire con pesadez —Solo recuerdo sangre, gritos y mi poder...Alina, mi poder causó algo horrible— expresó con dolor. Su amiga le tomó las manos en señal de apoyó.

—Los fjerdanos te atacaron, ¿verdad? — preguntó la de cabello oscuro — Lo hiciste para salvar tu vida, Kala.

Skala mordió sus labios con dureza. —No todos piensan así, y eso le está causando problemas a nuestro querido Rey, por eso tengo la cara así— Alina se escandalizó.

—¿Él te hizo eso?

Skala asintió. —Un adorno más bien— intentó bromear. Su ceño se frunció —Lo que más me preocupa es como ese imbécil no tiene el más mínimo respeto por nadie. — chasqueó la lengua —Hasta me parecería bien que Zlatan tome el poder.

Alina le regaño con rápidez —Kala, cuidado, decir eso te puede meter en problemas. Esas ideas son peligrosas.

Skala elevó las cejas. —¿Peligrosas?— cuestionó. — Cuándo él te vio lo primero que dijo fue que eras vulgar, él me parece más peligroso por lo estúpido que es

Alina sonrió con diversión y la incertidumbre embargó sus facciones —¿Sabés algo sobre Mal?— preguntó.

Skala negó con pesar —Estuve en el Regimiento seis pero no estaba allí, no sé dónde podrá estar, supongo que el Norte, las cosas están complicadas con los Fjerdanos.

Ambas se quedaron en silencio por unos minutos.

—¿Así que ahora debo decirte Sankta?— preguntó con burla la de cabello oscuro.

Skala rodó los ojos con diversión pero la tempestad azotó sus emociones con rápidez. La Invocadora de Sol notó como unos malos pensamientos parecían abrirse paso en la mente de Skala, e incluso parecía haber madurado diez años en unos pocos días —Alina, significamos mucho para esas personas allí fuera — declaró moviendo su cabeza en señal al exterior —No podemos decepcionarlos.

La preocupación se hizo mella en Alina —¿Y cómo se supone que haremos eso?— preguntó —Yo ni siquiera puedo invocar el sol sin ayuda de Baghra.

Skala se encogió hombros —No lo sé, pero tenemos que destruir La Sombra si queremos una vida normal. — murmuró — No quiero vivir toda la eternidad con un deber pesandome en la espalda.











WICKED SAINTS | GRISHAVERSEWhere stories live. Discover now