CAPÍTULO 45: SOMETER

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EL TIEMPO APREMIABA, pero Skala continuaba casi escondida detrás de uno de los pilares que sostenían los techos del patio aledaño a la escuela de los niños Grisha. Observó a Sebastián salir riendo acompañado de otros niños; una pequeña rubia con los colores de una agitamareas y un inferni. La pelirroja notó que el pequeño ya tenía puesta una kefta de hacedor. 

Una pequeña sonrisa se instaló en sus labios. Pensó en Irella de repente, si no le hubieran arrancado a su hijo, si no estuviera...quizás estaría contenta de verle feliz. De verlo convertirse en alguien con oportunidades. 

Limitadas, sí. Pero las tendría. 

El Oscuro redujo drásticamente sus acelerados pasos cuando el gris de sus ojos impactó contra el rojo del cabello de la mujer. Lanzó un suspiro al aire realmente aliviado de que ella continuara allí. De no tener que perseguirla. Sabía que los Corporalki poco podrían hacer contra las habilidades de la mujer si ella decidía irse, incluso él mismo tenia dudas de ser un oponente realmente digno pero cuando le informaron que Skala había desaparecido de sus aposentos nuevamente, no se sintió bien. Sus pasos fueron lentos y sigilosos, se posó a un lado de ella y miró lo mismo que la Invocadora observaba: el pequeño Sebastian. 

—Deberías saludar antes de irnos...

La pelirroja se sobresaltó y sus ojos azules se impactaron contra él. Negó cuando cayó en cuenta de lo que El Oscuro había dicho. —Estoy bien así.

—Quizás él quiere verte. —murmuró el ojigris. Skala apretó sus dedos entre sí mientras tomaba una larga respiración. Entre los delicados muros de color crema, ambas keftas color negro lucían como una poesía trágica de amantes añorando algo más que guerra. Quizás eso eran. 

—¿Cómo podría saludarle?—preguntó la joven en voz baja. Aunque en otra época hubiera llorado sin reparo alguno, en aquel momento solo guardo sus lágrimas. Se sentía en algún punto un cascarón vacío. —¿Cómo podría mirarle a la cara y ser quien diga que perdió a su mamá para siempre?— su voz se corto durante la oración. No tendría la valentía. Lo sabía. —Qué estará solo todo lo que le queda de vida...

Su tono de voz se torno ligeramente más oscuro. Más personal. Más intimo. Aleksander comprendió rápidamente que aquello se trataba de ella, de cómo se sentía, de lo que había atravesado siendo una simple niña. Una de sus manos se posó con suavidad sobre el hombre de la joven notando que sus poderes danzaban como lo hacían siempre que estaban juntos. Ellos no sabían de enojos, traiciones o tristezas, solo estaban allí; pegados el uno junto al otro cuándo sus portadores se tocaban. —No estás sola. —decretó con seguridad. Le tenía a él. Tenía a los Grisha. 

Skala sonrió con nostalgia, casi como si fuera consciente de algo que el mayor ignoraba con facilidad. 

—Todos estamos solos. 

Aleksander no dejó caer su mano, y clavo su mirada en el perfil de la pelirroja. —¿Si comprendes que peleamos por la libertad de ellos, no? ¿De Grisha como Sebastian? Niños, mujeres y hombres han sido cazados y exterminados por siglos como ratas por el simple hecho de ser especiales, de ser poderosos...

—Ahorrate el discurso—quiso interrumpir Skala mientras se giraba a enfrentarle, pero el Oscuro le tomó por los hombros con firmeza. Su rostro expresó desesperación por unos segundos. Las cejas de la mujer se fruncieron levemente. 

—Esto no se trata solamente de mí, se trata de todos las personas que he visto morir en todos estos años. —declaró -Skala, la inmortalidad no es vivir para siempre, es ver como todos los que te importaron alguna vez mueren sin que puedas hacer nada. — un brillo de agonía atravesó sus ojos y Skala relajó su expresión. 

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