Chapter 6

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Chūya había despertado a la media noche. Notó que el pequeño Ryū estaba acurrucado en su pecho y tenía frío. Le incomodaba, recordaba la manera tan horrible en que Ryū fue creado. Siempre fue una basura para él, por ser producto de abusos hacia Dazai de parte de su cuidador.

Sentía asco de Ryūnosuke, por ser el hijo de ese hombre tan terrible. Incluso en sus pensamientos venían ideas de que el origen de Ryū se dió desde la entrada del semen de ese maldito hombre en el inocente cuerpo de Dazai siendo un niño que apenas llegaba a la pubertad.

No podía evitar sentir odio hacia el hombre, asco hacia el niño, y lástima hacia Dazai. Eran un conjunto de sentimientos que invadían su hora de dormir.

— Uh... M-Mami... Papá Dazai... ¡No te vayas! ¡No te vayas, papi!

Sollozaba mientras dormía. Quizás tenía una pesadilla y estaba asustado. Se sujetó de la playera de dormir de Chūya, cerca de la zona de su pecho, y apretaba sus puños. Estaba llorando. Sufría.

— Que estupidez. ¿Por qué debo ser yo el que deba hacerse cargo de este mocoso que arruinó el futuro y la vida de Dazai? Si no fuera por tí, Dazai no hubiera ido a esa misión, y Dazai... No tuviera una razón tan fuerte para vivir, por más suicida que fuera. Yo podría darle esa razón para vivir y sin ser un mocoso llorón como tú.

Murmuró. Separó las manitas del azabache de su ropa, y se levantó de la cama. No se sentía muy capaz de hacerlo, por más decidido que estuviera. Él apenas tenía diecisiete años, no estaba preparado para tener una responsabilidad tan grande con un niño de cinco. Tenía miedo.

Ryūnosuke despertó al sentir que alguien lo empujó ligeramente a la otra orilla de la cama. Tenía la esperanza de ver a Dazai a su lado, pero no fue así. Sólo podía observar con sus ojitos llorosos al pelirrojo sentado en la orilla de la cama.

— Chūya-san... ¿Papi, no ha venido?

Preguntó con esperanzas. Chūya ya no sabía qué hacer o responder. Todas las noches y los días era lo mismo con Ryū. La situación ya lo había enfadado del todo.

Desesperado, y sin ganas de seguir aguantando lo mismo, levantó a Ryū de la cama, lo puso de pie, y lo cubrió con su pequeño y suave cobertor de Rashōmon, como un rollito, para luego tomarlo en brazos.

— ¿Chūya-san? ¿Me llevas con papá? ¿Papá está afuera?

Cuestionaba ilusionado, desde los brazos de Chūya.

El pelirrojo no respondía nada. Sólo quería regresar a su trabajo en la Port Mafia, aún cuando era un simple esclavo. No le importaba. Su dinero se estaba terminando y todo porque también debía gastar para Ryū, que no era su responsabilidad. Le molestaba sentirse atado de esa manera.

Salió a la calle y caminó aproximadamente unas dos cuadras en la oscuridad, llegando a un callejón solo y poco iluminado.

Bajó al niño al suelo, y lo sentó entre unos arbustos, a la orilla del callejón. Sacó un pequeño costal con algunas monedas y se la entregó a Ryū.

— Te vas a quedar aquí. No pienso seguir soportándote más tiempo. Me tienes harto, Ryū. No me sigas, y has tu vida tú solito. Yo estaba solo a tu edad y Dazai también, así que estarás bien.

Dijo con frialdad, alejándose del lugar con destino a su casa.

— Pero... Me da miedo estar solo...

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y se cubría más con su cobertor, guardando el costal de monedas. Temblaba, estaba muy asustado. Su corazón latía con velocidad, y tenía frío.

— Mami... Papá Dazai... Mamá... ¿Por qué te fuiste al cielo? Yo tengo mucho miedo... Chūya-san también me dejó muy solo.

Decía entre llantos. Chūya ignoraba todo aquello, continuaba su camino, siendo fuerte y firme ante su decisión.

Un suspiro se oyó justo detrás de él. Se asustó.

— Sabía que no podía confiar demasiado en él. Es muy grosero con los niños tan hermosos como tú.

Dijo una voz bastante conocida, que lo abrazó por detrás de manera cariñosa y besó una de sus mejillas.

— ¡Mami-papi Dazai!

Gritó alegre, sus ojitos se iluminaron, y abrazaba al mayor con toda su fuerza, llorando en su hombro.

— La pasé muy mal, Ryū, pero ya estoy bien. Es la primera vez que me alegra no haber muerto cuando era lo único que pensaba.

El llanto del niño incrementó, apenas podía creer lo que estaba sucediendo. Estaba feliz, lloraba feliz, sonreía con aquella emoción de volverlo a ver, Dazai, que se consideraba una basura humana, para Ryū era su salvación, su persona especial y que lo protegía de todo sin importarle nada y sin querer nada a cambio.

Osamu Dazai era quizás la peor persona del mundo para cualquiera, un idiota, un suicida sin futuro, pero el mejor de los padres para cierto azabache que siempre lo miraba con amor.

El de vendaje tomó al niño sobre su espalda, cubriendo su cuerpo con el cobertor. Caminaba por la fría noche hacia un nuevo hogar, lejos de Chūya, lejos de la Port Mafia...

— Papá Dazai...

— Dime.

— ¿Te puedo llamar mami?

Dazai frunció el ceño para luego reír.

— ¿Eres tonto, Ryū? Llámame como lo que soy para tí. No me importa lo que la gente piense cuando nos mire o escuche.

Respondió con calidez. Ryūnosuke recargó su cabeza en la espalda del castaño, acomodándose para dormir, rodeando el cuello del adolescente con sus brazos.

— ¡Sí, mami!

Contestó feliz.

— Ryū.

— ¿Hmm?

— ¿Me extrañaste?

— Sí... Creí que siempre estaría solo...

— Eso debió ser muy duro para tí. Lo lamento mucho. Pero ya estamos juntos y lo estaremos mucho tiempo más.

— ¿Para siempre?

— Para siempre, Ryū.

Fue en ese momento cuando Mori se situó frente a ellos, con Chūya a su lado y algunos de los subordinados.

— Es agradable encontrarnos, Dazai-kun. También me encontré a Chūya-kun en el camino. Regresemos a casa.






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