III

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Cerré mis ojos intentando procesar lo que estaba pasando. Estuve inconsciente por horas, y ahora tenía que tomar mi medicina, cosa que se complicaba un poco si tomábamos en cuenta que mis manos seguían fuertemente atadas a mi espalda.

Sentí mi mandíbula tensarse al darme cuenta de que solo me quedaba una opción.

Abrí mis ojos enfrentándome a los tres pares de ojos observándome con curiosidad.

─ Hagamos un trato.

Se miraron cautelosos antes de que Eve diera un paso acercándose con la desconfianza bailando en su mirada.

─ ¿Qué es lo que quieres?

Respiré hondo, arrepintiéndome un poco.

─ En la última compuerta del lado derecho de la cocina hay unos frascos con un líquido azul claro y una cajita de metal... Los necesito.

Todas las miradas se posaron sobre el nuevo, quien dejo correr unos segundos antes de asentir hacía el rubio, que inmediatamente se acercó al lugar donde había indicado.

Todo se mantuvo en silencio hasta que regreso. Le entregó el frasco a Eve para explorar lo que había dentro de la cajita. Al encontrar la jeringa se la tendió a la pelinegra con algo de duda.

Ella volvió a acercarse a mí, poniéndose en cuclillas para estar a mi altura.

─ ¿Qué es esto? – preguntó poniendo ambos objetos frente a mi cara.

─ Medicina – murmure entre dientes aún molesta por tener que depender de ellos. – Si quieren la contraseña del almacén tienen que dármela.

─ Primero la contraseña – declaró con una pequeña sonrisa de burla escapándose de sus labios.

─ Escúchame bien – hablé sin intentar ocultar mi enfado – Como ya dijo tu amigo, esa puerta no se abrirá mientras no les de la contraseña, y no podré hacerlo a menos que te calles y me des la maldita inyección. ¿O es que alguno de ustedes sabe hablar con los muertos?

Apretó sus labios con enfado antes de preparar la jeringa.

─ ¿Cuánto?

­─ Llena – respondí mientras giraba mi cuello a la derecha, dejando visible la zona ligeramente amoratada por las inyecciones continuas, intentando hablar con ella lo menos posible.

Cuando terminó tomo mi cara girándola de forma un poco brusca hacia ella.

─ Tu turno.

Irritada conmigo misma le sostuve la mirada. Mi padre siempre había insistido en que la palabra de una persona es importante, así q si pactas algo tienes que cumplirlo; incluso si ellos no lo merecen.

─ Once, seis, setenta y ocho, cuatro

Inmediatamente todos desaparecieron por el pasillo, excepto el líder, quien simplemente se mantuvo observándome hasta que Alex regresó anunciando feliz mente que había dicho la verdad.

Deje descansar mi cabeza contra la viga de metal que me aprisionaba. Ahora que la adrenalina comenzaba a bajar podía sentir mi piel pulsar de forma dolorosa donde había recibido los golpes.

Escuché como los demás volvían pero estaba haciendo mi mayor esfuerzo por ignorarlos.

¿Qué es lo que harían cuando llegara la mañana? ¿Se irían con toda la comida dejándome aquí para morir de hambre o serían tan gentiles como para dejarme una parte?

Probablemente se ahorrarían problemas y me dispararían a sangre fría como habían hecho con mi mamá.

Al respirar sentía como mi blusa estaba rígida por la sangre seca que se encontraba en ella. Volví a enjaular esos pensamientos, no podía permitirme quebrarme ahora. Tenía que encontrar una forma de librarme de ellos lo antes posible.

Mi HogarWhere stories live. Discover now