Capítulo 34

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Capítulo 34: piezas para un rompecabezas

Uraraka abrió los ojos, desorientada.

Sobre ella, una lona vieja le daba la bienvenida junto con un extraño hormigueo en el estómago. Fue entonces cuando recordó la herida que atravesaba justo esa zona, pero al llevarse la mano ahí, lo que debería estar no estaba.

Sorprendida, la bruja se incorporó levemente y observó con incredulidad que, pese al desgarrón de su ropa o el tono escarlata que las cubría, no había rastro de ningún tipo de herida. Varias veces se palpó y varias veces fue incapaz de dar crédito a lo que veía.

"¿Qué clase de magia es esta?" – se preguntó.

A sabiendas de que por sí sola no hallaría respuestas, desvió la mirada para averiguar dónde se encontraba. A primera vista, parecía un carromato de madera, y el cómo había acabado ahí cuando lo último que recordaba era perder el conocimiento bajo una montaña de escombros la inquietó aún más.

Sin embargo, su corazón comenzó a latir más tranquilo, pues eso significaba que, de una forma u otra, estaba en un lugar seguro.

– ¿Uraraka-san? 

De repente, la cortina trasera del carromato se deslizó y unos incomfundibles bucles verdes se asomaron a su interior acompañados por una genuina sonrisa.

La castaña no pudo evitar sonreír también al ver el rostro de Midoriya adornado por algunos arañazos, raspones y gotitas de sangre mal limpiados.

– Deku-kun... yo... – sus ojos se deslizaron hacia el roto de su vestido.  – ¿Cómo?...

– Todo es gracias a Eri-chan.– afirmó el pecoso.– Los dragones son criaturas asombrosas... ¿no crees?.

La bruja notó que el tono de voz de su amigo había sonado más triste de lo normal a pesar de haber dicho algo tan ciertamente bello. Creyó sentir algún tipo de significado oculto tras sus palabras, ya que el peliverde sostenía distraídamente aquella joya roja que colgaba de su cuello, pero prefirió abstenerse de realizar cualquier tipo de comentario y asintió.

● ● ●

Para cuando Izuku ayudó a Ochako a salir del carro ya era de noche y los campos de arroz estaban repletos de puntos amarillos y rojos, pues cientos de hogueras se disputaban la luz de la noche con las estrellas suspendidas en el cielo.

Los habitantes del pueblo habían dispuesto un campamento improvisado y se habían encargado de repartir comida y agua para todos los allí refugiados. Algunos incluso habían aportado mantas y alcohol.

Estaban de celebración

Uraraka no tardó mucho en entender gracias al jolgorio y a la música improvisada que habían ganado la batalla.

Cada vez que pasaban al lado de un grupo de aldeanos, todos ellos elogiaban a los dragones y repetían con alegría cómo habían visto en la distancia los golpes que ese infame de Chisaki había recibido uno tras otro.

El instante en el que el demonio se desplomó en el suelo dando un último grito espantoso se había quedado grabado en la mente de todos, pero el momento que más aldeanos comentaban emocionados era en el que los tres dragones, los ya por todos conocidos como los Tres Grandes, llegaron a los campos de arroz tras el combate, alzando el puño en señal de victoria una vez hubieron incinerado el cadáver.

Lo que había sucedido después también estaba en boca de la todos, pero Uraraka no llegó a oírlo bien. Lo que sí comprendió es que tenía algo que ver con Deku-kun, pues la gente se le quedaba mirando cuando pasaban.

Dragon king (KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora