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16 de julio – Fiesta de disfraces

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16 de julio – Fiesta de disfraces


No estoy hecha para el amor. De eso me había dado cuenta el mismo día en que Dylan me dejó y, aunque Nanako siempre se empeñaba en repetirme que algún día encontraría el amor, yo nunca me lo creía. Sin embargo, desde la noche en que Matt me vio sin coraza de titanio, no había dejado de sentir cosas muy parecidas a las que sentía cuando estaba con Dylan. Y aquello me confundía sobremanera.

—Te has enamorado —canturreó Nanako con su voz chillona al otro lado del auricular.

—No digas tonterías —respondí fingiendo fastidio mientras me llevaba una mano al estómago. Me apoyé con la espalda en un árbol mientras vigilaba cómo los chicos jugaban a la pelota mientras las chicas charlaban sentadas a la sombra. Era el último día en el campamento y por desgracia no teníamos nada organizado.

—¿Y para qué te llamó Paco? —preguntó mi amiga. Resoplé molesta al recordar la conversación anterior con mi entrenador.

—Han adelantado el combate a mañana por la noche —respondí tratando de tapar el auricular cuando Matt pasó hablando con uno de los chicos a unos metros de mí. Su sonrisa se borró en cuanto nuestras miraras se cruzaron. Me humedecí los labios y me di la vuelta.

—¿Qué harás?

—No lo sé —respondí encogiéndome de hombros—, llegaremos sobre medio día, así que sólo tendré tiempo de coger mis cosas y largarme sin que me vean. Por cierto, después del combate, ¿podría quedarme en tu casa unos días? Hasta que se me curen los golpes, ya sabes...

—¡Claro! Por cierto, ¿a qué hora llegará Margot? —preguntó Nanako.

—Ni idea, pero... —en ese instante, una furgoneta negra seguida por un descapotable blanco aparcó al lado de nuestro autobús—. Tengo que dejarte, está aquí.

—Suerte, cariño.

Me despedí de Nanako y me acerqué al descapotable, armándome de toda la paciencia posible, porque bien sabía que la iba a necesitar.

—Hola, Mar... —dije fingiendo una sonrisa cordial al verla salir del coche, pero me interrumpió.

—No te atrevas a hablarme, zorra traidora —respondió quitándose las enormes gafas de sol.

Miré al cielo unos instantes y resoplé molesta.

—¿Podemos hablar? —pregunté cerrando los puños y clavándome las uñas en las palmas, evitando así clavárselas a ella en la cara.

—¿De qué? ¿Tienes otra confesión que hacerme? —preguntó con una ceja en alto sacando su bolso de diseño de la parte trasera—. ¿No tenías bastante con joderme la fiesta y el negocio?

—Margot, ya me he disculpado. Además, no te he jodido nada —repliqué siguiéndola por el aparcamiento hasta la paquetera negra de la que habían bajado dos operarios—. Vas a organizar la boda de mi padre y encima, conseguirás visibilidad por la obra de caridad que estás haciendo con estos chicos. Eso compensa la mala fama que te ha dado Stellan y la otra... —Me quedé pensando unos segundos el nombre de la otra chica a la que la policía había detenido por posesión de drogas en su casa—. Bueno quien quiera que fuera.

Los diarios de Dakota: Soy de titanioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora