52

72 13 0
                                    

11 de septiembre (La final – parte 1)

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

11 de septiembre (La final – parte 1)

Di un par de saltitos para tratar de tranquilizarme. El gimnasio No Angels estaba hasta arriba. Fruncí el ceño: aunque la mayoría eran compañeros de gimnasio tanto míos como de la otra boxeadora, también había desconocidos que apoyaban nuestra causa con sus entradas. Aunque algunos entrenadores, como Paco, no estaban de acuerdo con hacer dinero con aquel tipo de campeonato, ya que al ser clandestino ponían en peligro la seguridad de los gimnasios y los participantes, muchas de las participantes estábamos a favor, ya que aquello nos ayudaba a darle visibilidad a nuestra pasión.

—Alguien ha venido a verte —dijo David señalando por encima de mi hombro. Me giré sintiendo un nudo en el estómago.

—¡Alaska! —gritó el abuelo de Tom y luego le dio un golpecito al chico que miraba entretenido a su alrededor—. Mira, Tom, es Alaska. Ve a saludarla.

—Dakota, abuelo, se llama Dakota —respondió negando y llevándose una mano a la frente. Sonreí y me acerqué a ellos.

—Gracias por venir —saludé al anciano que miraba a todas partes alucinando.

—¿Esto no es un deporte muy peligroso para una señorita? —preguntó el hombre con el ceño fruncido.

—No es peligroso si se practica con responsabilidad y disciplina —respondí. Luego le revolví el pelo a Tom y le pasé un brazo por los hombros para guiarlo hasta sus asientos—. Vamos, os llevaré hasta un lugar donde podáis verlo bien.

—¿Esa es la novia de Rocco? —preguntó Tom señalando a Nanako que, cogida de la mano de su pareja, charlaba con Lola.

—Sí, eso parece —respondí y ayudé al abuelo de Tom a subir a una tarima improvisada donde habían colocado algunas sillas para los jueces y algunos invitados—. Desde aquí lo veréis bien. Si necesitáis algo, sólo tenéis que pedírselo a David, ¿de acuerdo? —Agregué señalando al gigante que le hacía pucheros a su bebé a un lado del cuadrilátero, mientras algunas chicas lo miraban embelesada.

Al bajar de la tarima mi corazón se paró y se aceleró al instante, unos ojos verdes que conocía de sobra me observaban traviesos sobre una sonrisa atractiva.

—¡Has venido! —grité saltando a los brazos de Matt. Este me recogío y me dio un beso.

—No podía perderme tu victoria —respondió aún con sus labios sobre los míos. Abrazados, nos acercamos a Rocco, Nanako y Lola que seguían charlando. Paco se acercó unos minutos después.

—Vamos, Dakota, es hora de cambiarte —dijo, el combate empezará en un rato. Asentí y me despedí de mis amigos, pero antes de que pudiera seguir a mi entrenador y David, la mano de Matt me detuvo, tirando de mí y embutiéndome en un abrazo.

—Suerte —susurró y volvió a besarme. Cerré los ojos y me dejé llevar por su lengua cálida, por el sabor de sus labios suaves y jugosos. Le di un ligero mordisco con sensualidad y me separé de él a regañadientes.

Los diarios de Dakota: Soy de titanioWhere stories live. Discover now