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 Madrugada del 12 de agosto

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 Madrugada del 12 de agosto.

Entré en mi habitación y descubrí a Eli en su cama. Había cambiado de postura pero seguía sumida en un sueño narcótico que la alejaría del mundo hasta la mañana siguiente. Cogí mi paquete de cigarrillos, una cerveza del minibar y salí al balcón, deseosa de que me diera el aire fresco. Encendí un cigarro, le di un largo sorbo a mi cerveza y me paseé por el balcón pensando en lo que acababa de pasar.

Después de media hora de vagabundear por mis pensamientos y mi alma, me di cuenta de que no resolvería mis dudas si no hablaba a Nanako. Traté de llamarla tres veces, sin embargo, siempre saltaba el buzón de voz. Suspiré y terminé por llamar a C.J.

—Dame una buena razón para despertarme —respondió con la voz pastosa. Le conté todo lo que había pasado en la habitación de Matt y lo confundida que me sentía.

—¿Qué debería hacer? —pregunté mirando por la ventana y comprobando que Eli seguía dormida.

No me fío de ese guaperas con aires de abogado —respondió con rabia en su voz. Fruncí el ceño.

—¿Por qué no? —pregunté molesta y ligeramente arrepentida de haberlo llamado. A diferencia de Nanako, que siempre me daba las razones de porqué debía o no hacer tal o cual cosa, en lo referente a chicos, C.J siempre los insultaba y decía que no eran de fiar.

¡Pues porque no! —respondió aún más molesto.

—¿Por qué te comportas como un crío? —repliqué casi en un grito. Me tapé la boca con la mano y miré por encima de mi hombro, a través del cristal: Eli se removió entre las sábanas y se giró de espaldas a mí.

¡No me comporto como un crío!

—¡Claro que sí! —repliqué bajando la voz hasta susurrar—. Me dices que no te fías de él, pero no sabes darme una razón. ¡Eres como un niño caprichoso!

—¡Joder, Dakota! ¿Cómo puedes ser tan estúpida?

—¿Que yo soy estúpida? —Volví a alzar la voz completamente ofendida. Miré de nuevo hacia Eli. «Dormía como un tronco la jodida».

—Sí, joder, sí. Eres una estúpida incapaz de ver la realidad —se quejó enfadado. Gruñí sin comprender cómo habíamos llegado a ese punto en la conversación.

—No debí llamarte —respondí tajante—. Siento haberte despertado.

Sin darle tiempo a nada más, colgué la llamada y lancé mi teléfono a la tumbona de al lado. Le di una larga calada a mi cigarrillo y antes de que pudiera recostarme, mi teléfono se iluminaba con una llamada entrante. Descolgué cabreada.

—Si vuelves a insultarme, dejaré de hablarte —respondí tajante.

—Lo siento —respondió C.J. Suspiró y aguardó unos segundos—. No quería insultarte, pero me jode que no te des cuenta de...

Los diarios de Dakota: Soy de titanioTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang