Capítulo 31

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Sentía como si mi cuerpo desnudo estuviera flotando encima de una alfombra hecha de nubes. Era como si esa alfombra se moviera al ritmo de unas olas tranquilas en una playa. Podía decir que hasta se sentía placentero.
Tenía la sensación de que no tenía mis extremidades pero podía moverlas. Mis dedos de las manos tocaban una pared, por encima de mi cabeza, sin embargo no podía mover las manos más allá de los dedos. Mis piernas parecían estar soportando un peso extraño, más precisamente, entre mis muslos y mi abdomen.

Sentía como pequeños cuerpos de agua rozaban mi cuerpo en pequeñas y tibias caricias, inclusive podía escuchar las corrientes marinas.

Esa calidez que las aguas me daban, me recordaba a esa persona que yo tanto amo.

«Youngjae». Susurré. O eso creo. No sentía que lo hubiera hecho.

Pero poco a poco percibía como aquellas olas se volvían cada vez más agresivas, a tal punto que me hacía sentir como si me estuviera ahogando. Literalmente sentía como si el agua de aquel océano cubriera mi cara con fuerza. 
Tal como si el océano estuviera celoso de que haya llamado el nombre de aquel individuo que tanto anhelo volver a ver.

Estuve durante muy poco tiempo en ese vasto mar donde en ocasiones escuchaba los murmullos de las olas golpeando las rocas, por momentos eran murmullos y en otros eran gritos. 

Y entonces, abrí los ojos. 


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Me senté de golpe en la cama. No llevaba puesto nada más que la toalla que rodeaba mi cintura de anoche. Sudaba por todos lados y mi cabello parecía que había estado durante un buen rato sumergido en agua.
Mi ex entró a la habitación abriendo la puerta lentamente. Estaba exactamente igual a como la recordaba antes de caer desmayado.

—¿Cómo dormiste? —preguntó aún desde la puerta.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Caíste desmayado. Llamé al número del doctor que tienes en una hoja de papel en el refrigerador, el doctor Choi Siwon. Dijo que colapsaste debido al estrés.

Entró a la habitación y se sentó en una orilla de la cama. Extendió su mano donde sostenía una hoja de papel y me la entregó.

—Es la prescripción médica. El diagnóstico dicta una crisis nerviosa. El doctor Siwon me ayudó a traerte hasta acá. Dijo que en cuanto te sientas mejor lo llames para que pueda venir a realizar un diagnóstico más adecuado y con todo su equipamiento, ya sabes, poder recetar psicofármacos. Me parece que te dio un medicamento para que te tranquilizaras.

—Lo lamento —dije con voz ronca. No podía creerlo, tuve una crisis nerviosa delante de ella. Lo que menos quería es verme vulnerable frente a ella—. Gracias por llamar al doctor.

—No hay de qué, sinceramente, estaba muy asustada. Pero al final todo salió bien.

Procuraba no mirarla a los ojos. Me puse de pie y fui a tomar una ducha. Eran como las tres de la tarde y se supone hoy debía ir a trabajar. Mi jefe no estaba al tanto de la situación con Youngjae, por lo que es de esperarse que tan pronto me "desocupara" de lo que tenía que hacer, debía volver al trabajo. Por lo que debía ir a la oficina en cuanto comiera algo.

Busqué en mis cajones algo de ropa y extrañamente, parecía haber menos prendas que antes. 

—¿Dónde está mi ropa? —pregunté en voz alta con la finalidad que ella me escuchara desde el piso de abajo.

—¡Está doblada en el cesto de ropa!, ¡está arriba de la lavadora!

Náuseas. Era lo que sentía de solo pensar que todo esto era un tipo de simulación de cómo habrían sido las cosas de habernos casado. No quería perder más el tiempo con esa absurda idea, sería no solo infidelidad hacia Youngjae, sino, infidelidad también hacia mis principios.

Me vestí con una camista blanca, como dos tallas más grandes, pantalones estilo militar color negro y anduve descalzo para evitar el buscar un par de calcetines.

Pasé toda la tarde ignorándola lo más que podía. Independientemente de si me haya ayudado o no, ella era la última persona con la que quería estar en el mundo. Y es una horrible coincidencia el tenerla aquí.

Estaba almorzando espagueti junto a ella en la mesa de la cocina. Curiosamente me sentía cansado a pesar de haber dormido bastantes horas. Pero no quería dormir más, necesitaba salir. Debía hablar con mi jefe, hablar con el Comandante, hablar con... Jinyoung.

—Hey —le llamé. Ella alzó la mirada mientras llevaba a su boca algo de espagueti—. ¿De casualidad no vino Jinyoung?

Ella pensó por un momento para después negar con la cabeza.

—Cuando el doctor estaba aquí, yo me encontraba aquí en la sala esperando a que él me dijera lo que padecías. Por lo que si alguien más hubiera venido, me habría dado cuenta.

Me parecía extraño. Quizá algo no permitió que llegara. Pero al estar en una situación donde uno de mis seres queridos no está conmigo, no podía permitirme el esperar tranquilamente a saber algo de Jinyoung. 

—¿Sabes dónde está mi teléfono o mi laptop? —pregunté haciendo a un lado mi plato.

—Me parece que el doctor los colocó en la mesa de centro de la sala. Los movió de lugar para poder levantarte y llevarte a tu habitación, ¡ah!, y dijo que debes de comer más, pero eso lo discutiría contigo cuando le llames.

Miré ambos aparatos sobre la mesa antes mencionada. «¿Habrá leído ella el correo que envié a mis amigos en la madrugada?».  Ese pensamiento me preocupaba un poco, a ella no la recuerdo precisamente por ser una persona cuerda o tranquila. Ella es cínica, manipuladora y narcisista, pero principalmente es caprichosa y mimada, características que yo alimentaba en ella al ser yo tan sumiso.

Ahora, ella aparentaba ser una mujer totalmente diferente: servicial, amable, condescendiente e incluso tímida. No podía bajar la guardia ante ella, no de nuevo.

Me puse de pie y fui hacia la sala. Tomé mi teléfono y noté que no había mensajes nuevos o llamadas. No entendía el porqué. Cuando a Jinyoung se le dificulta algo, lo primero que hace es tratar de comunicarse conmigo. 
Me estaba asustando, no sabía qué pensar si por un lado Youngjae había sido secuestrado, y ahora Jinyoung no se había reportado.

Busqué en mi laptop correos que hayan podido llegar por parte de alguno de mis amigos, pero antes de hacerlo, mi ex me habló para terminar de comer.
A regañadientes, fui al comedor a terminar el asqueroso espagueti que ella había preparado.

—Toma —me sirvió ponche de frutas en un vaso de vidrio y me lo entregó—. Olvidé servirte un poco. Por cierto, deberías llamar al doctor para que venga a checarte.

—Lo haré después. No es tan importante si ya me siento mejor.

—¿Estás seguro?, ¿qué tal si pasa algo peor?

«¿Me estás amenazando? Porque no te tengo miedo».

—Tranquila —respondí—. No soy tan tonto.

—Bueno, si tu lo dices —rió. Una risa tímida, pero seguramente con algo escondido detrás.




REBORN [2Jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora