Extra

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TADEO


Sentía mis ojos muy cansados, incluso podría asegurar que tenía ojeras enormes que probaban mis ganas de dormir, y todo por culpa de las conferencias que había tenido que asistir durante cinco días.

Días que no había podido ver a mi esposa y menos a mis hijos.

Aun cuando Zoom era una herramienta increíble en estos días, no era lo mismo que sentir u oler la presencia de mi familia en mis brazos. Sin embargo, más de mi necesidad de dormir era más mis ganas de ver a mi mujer.

Mi Delyla había estado en el mismo estado que yo, y todo porque había tenido que correr con toda la responsabilidad de los niños. Aunque mi Sofía era más grande para no estarla cuidando todo el tiempo, mi pequeño Valentín si lo era.

Un hermoso niño que se parecía demasiado a mí y, sin embargo, tenía los preciosos ojos de su madre. De pronto, al abrir la reja de mi casa, pude sentir como el peso del trabajo iba disminuyendo poco a poco. La tensión de no estar aquí por cinco días, me había pasado factura y me había dejado tensionado todos los hombros. Sin embargo, ahora eso no importaba, al fin estaba en casa.

Le había comunicado a Delyla que era muy probable que llegará hoy, pero conforme las horas avanzaban a lado de esas personas que me ayudaban a tener un mejor patrimonio para mi familia, más desesperado me volvía. Odiaba tener que incumplir una promesa. Sobre todo, a la mujer de mi vida, pero solo esperaba que no estuviera enojada por mi falta de palabra.

O poca de ella.

Aunque la fortuna había estado de mi lado y las indefinidas reuniones al fin se habían acabado, así que lo próximo que había decidido era tomar un vuelo. El único que había estado disponible había sido a las once de la noche y con un trayecto de dos horas, simplemente me sentía como un zombie a las una y treinta de la mañana.

Pero no importaba, ya estaba aquí.

La luz que siempre estaba encendida enfrente de mi casa, me envolvió por completo. Con un sonoro bostezo, coloque la llave en la cerradura para entrar a la casa. Tan pronto lo hice, la oscuridad volvió a envolverme y mis ojos lentamente se acostumbraron a la oscuridad.

Dejando la maleta de viaje en la sala, empecé a caminar por toda la sala y fui directo a los cuartos de mis hijos. Deseaba verlos primero. La luz de noche que tenían encendida, me permitió ver la silueta de mi pequeña Sofía y con paso silencioso, me acerqué a su cama para verla dormir.

Su sonrisa en su rostro, me hizo sonreír más.

Con un suspiro profundo por estar en casa, me incliné para besar su frente. Ni siquiera se movió cuando lo hice, y eso me hizo sonreír más. Después de arroparla bien para que no sintiera frio, fui con mi pequeño Valentín. El niño de un año que no dejaba dormirnos por las noches. Pero al parecer, está noche, se veía muy cansado para despertarse al sentir mi beso en su frente.

Su olor de bebé me envolvió por completo y sentí una paz increíble.

«Mi hijo»

Al alejarme, lo más silencioso, observé a mis dos pequeños.

Ninguno se inmutó por mi presencia y eso me hizo negar con la cabeza sonriente, así que, moviéndome silenciosamente, me dirigí a la puerta y la cerré con cuidado de no hacer ningún ruido. Cuando el clic de la puerta sonó, sonreí con cuidado. Sin embargo, por la falta de sonido del otro lado, todo estaba bien.

Al levantar la vista, observé la puerta donde estaba seguro que dormía mi esposa.

Con la pesadez de mis hombros completamente disueltos, me dirigí donde se encontraba Delyla y con cada paso que di en esa dirección, me vino la necesidad de verla inmediatamente. La había extrañado demasiado.

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora