1: "El mundo es peligroso, pero solo los fuertes sobreviven en él".

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"Los hombres valientes regocijan en la adversidad, así como soldados valientes triunfan en la guerra ".
Séneca

   Lluvia, mojando sus cabellos castaños, mezclándose con su cuerpo y ropaje

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   Lluvia, mojando sus cabellos castaños, mezclándose con su cuerpo y ropaje. Lágrimas camuflándose con las gotas que golpean su rostro, corriendo lo más rápido que sus piernas pudiesen correr, con los pocos ahorros y pocas pertenencias, en ese bulto gris que llevaba a sus espaldas...

   Con su vista borrosa miró por encima de sus hombros a los hombres que aún la perseguían a varios metros de distancia, resbalando para encontrarse con el frío pavimento. Se reincorporó sintiendo el dolor en su cuerpo para retomar su persecución. El miedo recorre cada parte de su cuerpo, haciéndola sentir desesperada por querer perder a esos hombres, no dejará que esos hombre la alcancen y la lleven con él...

    El cansancio, el frío y el miedo le empezaban a pasar factura, dobló en una esquina para más adelante divisar la parada de autobús y la fila compuesta por personas más adultas que ella para subir al transporte. Sin pensarlo dos veces, corrió y al llegar empujó a el hombre que iba de último para subir a el autobús. El hombre enojado la sostuvo del hombro, girándola, impidiéndole pasar por su pésima actitud. Ella, forcejeaba desesperada y mirándolo a los ojos rogó;

- Por favor... - Miraba al hombre que posiblemente tuviese la misma edad que su padre, para dirigir su mirada a los hombres que se acercaban con rapidez, asustada. El Señor frente a ella entendió lo que pasaba y la soltó para hacerle frente a los otros tres hombres que la perseguían, luego el Señor se adentró al autobús.

Ella entró temblando, mirando por las ventanas del autobús como ellos la miraban de una forma amenazante, bajo el cielo obscuro pues ya sobrepasaba de la media noche.

- Pero mírate muchacha, toda empapada con el frío que hace aquí, ven, toma asiento con nosotras. - Dijo una Señora de la tercera edad, llamando su atención y haciendo un espacio para que la castaña se sentara a su lado en compañía de las otras dos Señoras que le extendían un pequeño vaso con té caliente que tenían en un termo y dándole una pequeña frazada para el frío.

- ¡Oye Akane, enciende la calefacción, para que la niña no vaya a pescar una pulmonía o un resfriado! - Dijo en voz alta el Señor que antes la había ayudado. Agradeció, se quitó su bulto para sentarse donde las amables Señoras le dejaron espacio y colocándolo en el suelo entre sus pies del autobús, tomando pequeños sorbos de té y abrigándose con la frazada que antes le habían extendido, comenzó a sentir como la cálida brisa de la calefacción acariciaba su rostro con delicadeza.

- Gracias... muchas gracias... disculpe por mojar su frazada Señora, disculpe por tener que usted darle de su té a una desconocida y disculpe por haberlo empujado en la entrada del autobús Señor... - Su voz se entrecortaba cada vez más al dejar salir una palabra y sin antes haberse percatado comenzó a sollozar, al estar junto a esa Señora, sentía como si su madre estuviese a su lado, ver como el Señor le sonreía con calidez era ver a su padre sonreírle como cada vez que se raspaba la rodilla cuando era una niña y estar rodeada de personas tan lindas le recordaba la paz y tranquilidad que hace ya mucho tiempo no había sentido.

El Principio Del Fin. {Kacchako / Bakuraka}Where stories live. Discover now