PRÓLOGO

72.1K 5.9K 1.7K
                                    


Unos cuantos años atrás...


La habitación olía a humedad y encierro, mis ojos estaban tan hinchados —tanto por los golpes, como por mi llanto—, que apenas si podía abrirlos.

«¿Qué día es hoy? ¿Cuánto tiempo he estado aquí?»

El conocido nudo en mi garganta se hizo presente  de nuevo cuando volví nuevamente a la conciencia.

«¿Cuánto más tiempo voy a aguantar?» me pregunté por enésima vez para mis adentros, cuando la realidad me golpeó. 

No quería morir, pero sinceramente comenzaba a darme por vencida.

Me dolía todo el cuerpo, no podía seguir soportando más golpes, estaba segura que tenia algunas costillas rotas, y el hombro izquierdo me ardía muchísimo, seguramente estaba dislocado. Las muñecas las tenia a carne viva por el roce que me hacían las cadenas con las que estaba inmovilizada ahora contra el raído colchón.

Por lo menos ya no colgaba del techo.

Un sollozo amenaza con romper el silencio que hay en la habitación oscura, de todas maneras lo ahogó y trato de respirar profundamente.

«Calmante, Ann, cálmate» me arrullo para mis adentros. 

Siento las bragas húmedas por mi propia suciedad, supongo que en cuanto venga Harold va a limpiarme, ya que no le gusta follarme oliendo a muerto.

«Dios, ¿cómo es que nadie me ha encontrado todavía? ¿Es que nadie está buscándome?» Las preguntas silenciosas siguen llegando una a una como torrentes interminables. 

Por supuesto que no, nadie me estaba buscando, ahora tendría que estar en un viaje a Italia para ese curso de cocina, pero Genevieve tendría que saber que no había llegado, ella sabría que nada más llegar la llamaría, era lo que habíamos arreglado.

Aunque..., aunque tal vez esté ocupada, tal vez creyó que lo olvide, tal vez ya se olvido de mi.

Pero es que cuando ya te quedas sin esperanzas, cuando por más que no quieras reconocerlo sabes que vas a morir, simplemente tus propios pensamientos se vuelven en tu contra.

No se cuantos días hace que estoy encerrada en este lugar, solo sé que está oscuro, que tengo frio debido a que solo llevo puestas unas bragas, que hay feo olor debido a mi propia suciedad y que Harold acaba de llegar por el sonido de una cerradura siendo abierta.

«Oh Dios, por favor, por favor ayúdame» susurre para mis adentros, sintiendo las amargas lágrimas salir de las esquinas de mis ojos.

Inevitablemente me puse a temblar, estaba asustada, paralizada de miedo, quería que esa pesadilla terminara de una vez por todas.

Mis ojos se cerraron cuando la lámpara fue encendida, iluminando todo de un horrible color amarillento, las paredes de cemento y  el sonido de un leve goteo que se escuchaba caer en algún lado. No tenia idea de dónde demonios me había traído, pero estaba segura que esto alguna vez había sido una especie de cámara de tortura, debido a las cadenas que colgaban por las paredes, los grilletes oxidados. 

El simple lugar sombrío. 

—Hola cariño —murmuro su voz, haciéndome estremecer. —¿Me has extrañado? —Agrego con una voz cantarina que me hizo descomponer. —Lo hiciste, ¿verdad, pequeña puta? No veías la hora que vuelva a tener mi polla dentro tuyo, ¿no es así?

Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero cuando pasó su áspera mano por mi pierna, hasta pellizcar mi muslo superior con fuerza.

—Respóndeme, Annalise —siseo, comenzando a cabrearse. En respuesta lo unico que pude hacer fue balbucear un «por favor» por el trapo que tenia tapando mi boca. —¿Qué? No puedo entenderte —dijo, burlándose de mí.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora