CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

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ANNALISE, HACE MUCHOS, MUCHOS AÑOS ATRÁS


Annalise sabía que no debería sorprenderse, pero no importaba cuánto tiempo pasara, cuantos años hacían que ya no se veían, siempre era lo mismo.

—Déjalo —repitió Hardy, enojado.

No con ella, nunca era con ella, sino con ellos.

—Déjalo —repitió, esta vez más suavemente, acariciando con una de sus manos suavemente una de sus mejillas.

Annalise quiso responder, pero las palabras no le salieron y como siempre, nunca le salían.

—Dilo —murmuro Hardy a su lado y por el rabillo del ojo se dio cuenta que jugueteaba con el pastizal bajos sus dedos.

Anna sabía por que lo hacia, por que de esa manera ella podía decir lo que le pasaba por la cabeza, no es como si con Harold no tuviera la confianza, pero había algo en la manera en la que él la conocía, que simplemente era difícil expresarse, aunque no por los motivos por los que acostumbraba a ser difícil para ella expresarse con el resto de la gente, sino por otros, unos que estaba descubriendo pero a los que aún no podía ponerles nombre.

—Es solo que... —tuvo que carraspear antes de encontrar su voz—, es su cumpleaños, se supone que esperas el llamado de la gente que quieres... —suspiro, confundida y agobiada por la situación—, no se porque no responde el teléfono.

—Por que es una mierda —farfullo Harold, de nuevo enojado.

Cerró los ojos con fuerza, frotándose los ojos con frustración de seguro por su arrebato y una vez que logro recomponerse, dijo con más calma: —Deben de estar locos por el solo hecho de no querer hablar contigo en un día tan especial —murmuro, mirándolo con esa dulzura que hizo que no pudiera controlar el sonrojo en sus mejillas—, la persona a la que le brindes tu cariño, Anny, será la puta persona más afortunada del mundo.

—Cuida tu boca —respondió ella, pero fue lo único que pudo decir para no largar algo comprometedoramente desafortunado.

—Anda, quita la cara larga —murmuro él luego de unos segundos de un embarazoso silencio.

—No tengo cara... —pero no pudo responder, porque Harold ya había atacado sus costillas y las carcajadas casi no le permitían respirar.

Se detuvo luego de varios intentos de Anna pidiendo misericordia, pero cuando Harold se detuvo, Annalise se dio cuenta de la posición en la que se encontraban: Harold estaba medio encima de su cuerpo, sus brazos estaban a cada lado de su cabeza, encerrándola, Annalise tenia sus manos cerradas alrededor de dichos brazos, sus piernas debajo de las de él, el vestido veraniego que llevaba puesto un poco por encima de lo que la institutriz de Harold aprobaría. Genevieve, por el contrario, solo la alentaría.

—Ahí estas —murmuro Hardy, ajeno a todo aquello que estaba pasando por su cabeza, todas las mariposas que luchaban en su vientre. —Te ves mejor así, Anny, te ves mejor sonriendo —murmuro.

Y Annalise lo único que quiso hacer siempre, fue sonreír.

Sonreír para él.

Sonreír con él.

Sonreír.

Sonreír.

Y sonreír.

Ella abrió la boca para decir algo, de seguro alguna estupidez, pero justo en ese momento, el teléfono de Harold comenzó a sonar y por la música que salía de dicho aparto, ambos sabían quien era y el ambiente se tenso por completo en ese instante.

Pecado con sabor a caramelo. LIBRO 2حيث تعيش القصص. اكتشف الآن