Capítulo 8

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—No iré al instituto —su hermano rodó los ojos y pronto se fue de casa rumbo al instituto de Forks.

Estella Vlad había estado pensando toda la tarde y toda la noche sobre el casi beso con Edward Cullen.

—Si que eres tonta, Estella —habló en voz alta. Estaba metida en su ataúd sin hacer absolutamente nada, salvo pensar.

¿Cómo había pensado en casi besar a Edward? No lo entendía. Ese vampiro la frustraba, sin saber que ella causaba el mismo efecto en el cobrizo.

Edward Cullen se encontraba en el sofá de su habitación viendo por el ventanal los grandes y verdes árboles. Pensaba en el casi beso con la rubia.

¿Qué había pasado? Esa era la pregunta que rondaba en su cabeza. No había ido al instituto, se sentía avergonzado por su comportamiento tan inapropiado. Iba a besar a una chica que ni siquiera era su novia.

Toda la familia Cullen le había preguntado el porqué de su inasistencia al instituto, él solo respondió que no tenía ganas. Esme y Carlisle lo conocían muy bien como para saber que no era por eso y Rosalie, Jasper y Emmet prefirieron no decirle nada.

Alice llegaría ese día. Y Edward quería saber si ella había visto algún beso o el casi beso. Quería saber si realmente habría pasado que llegara a besar a Estella.

En el instituto de Forks, Diago Vlad caminaba con una libreta en su mano derecha. Iba solo como era costumbre, pues las únicas veces que se le había visto acompañado en las casi dos semanas de clases, era en el almuerzo con su hermana.

No se relacionaba con nadie y parecía que la única persona que había podido sacarle más de dos palabras era Ángela Weber. Justo como en esos momentos.

—Hola Diago —la peli negra lo interceptó antes de que iniciara la siguiente clase.

—Hola —Ángela junto sus manos en señal de nerviosismo.

—¿Sabes por qué no vino hoy Estella?, bueno, claro que lo sabes, eres su hermano y viven juntos, solo...

—No se sentía bien —Ángela asintió. A ella le intrigaba mucho Diago Vlad, esa aura que desprendía, su falta de comunicación con los demás, el poco interés que parecía mostrar por cualquier cosa. Eso y más le causaba intriga—. ¿Necesitas algo más?

—Oh... bueno —quería decirle algo más, pero decidió callar—, no, adiós.

Debería de hacerle caso a Jessica y alejarme de él.

El timbre sonó y cada estudiante fue a su siguiente clase. Diago también quería hablar con Ángela, la cuestión era que él no era de muchas palabras, le gustaba estar en silencio, la mayoría del tiempo solo y leyendo un buen libro.

Ángela parecía una chica muy linda, amable y compasiva, prácticamente lo contrario a él. Ella sabe darles su espacio a las personas, pero algo la atraía a Diago. Y eso causaba gran confusión en ella.

Edward Cullen decidió salir a cazar. No tenía nada mejor que hacer en su casa y los pensamientos constantes de su madre sobre cómo ayudarlo y querer saber que tenía le frustraban un poco.

Él solo quería pensar en lo sucedido y ya después comentarlo con sus padres. Sabía que estaban preocupados y que le darían un buen consejo, sólo que tenía que aclarar sus ideas.

Aunque el destino parecía tener otros planes para él. Corría a velocidad sobrenatural cuando llegó al prado donde habitualmente iba para pensar, llevándose la gran sorpresa de encontrar a la persona que se estaba apoderando de sus pensamientos.

Quería dar la vuelta e irse, pero su cuerpo parecía no escuchar a su cerebro, pues hizo todo lo contrario, acercándose cautelosamente hasta quedar en el centro del prado. Donde la rubia Vlad se encontraba acostada sobre las flores, con su brazo sobre su rostro, dejando ver solo sus labios y mentón.

Al percatarse de que la rubia no se movía, parecía no respirar y tampoco escuchaba algún latido, sintió preocupación. Después de todo, él aún no sabía lo que Estella Vlad era, o al menos no completamente.

—Estella —llamó, pero esta no se inmutó. Se sentó a un lado de ella y tocó su brazo—. Estella —volvió a llamar, pero la chica lo respondía—. ¡Estella!

La rubia despertó dando una gran bocanada de aire. Aunque en realidad había estado haciendo lo mismo que el día anterior, y su espíritu había vuelto a su cuerpo.

Estella desconcertada se enderezó, quedando sentada sobre las flores y césped, para después darse cuenta de que Edward Cullen había causado que perdiera su concentración.

—Tenías que ser tú —rodó los ojos y volvió a acostarse.

—Sí, gracias a mi estás viva —la rubia soltó una risa sin gracia.

—Gracias a ti, perdí mi concentración —el día estaba nublado, las nubes negras indicaban que pronto llovería, aunque a ninguno de los dos le importaba—. ¿Qué haces aquí?

—Este es mi lugar —las palabras salieron antes de que el cobrizo pudiera pensarlas.

Eso sonó muy tonto. Pensó

Y lo que para él sonó tonto, para la rubia fue tierno. Aunque claro que no lo admitiría, incluso trataría de molestarlo.

—Bueno... ahora es mío —se encogió de hombros con una sonrisa. Aún sin quitar el brazo de su rostro.

—Yo lo encontré primero —habla ceñudo el cobrizo.

—Tú no eres el dueño, así que ahora es mío —Edward suspiró y se recostó a un lado de ella, con sus hombros rozándose un poco.

—¿Qué eres en realidad? —la rubia sonrió y quitó su brazo de su rostro. Giró la cabeza hacia en cobrizo, este se encontraba con la mirada hacia el cielo. Se acercó al oído de Edward, sintiendo cómo parecía ponerse nervioso.

—No es tu problema —susurró y volvió a recostarse a su lado. Eso le había dicho hacía un día el cobrizo al preguntarle sobre el porqué se cubrían del sol—. ¿Por qué lo consideras tu lugar? —solo quería romper la tensión. Aunque también sentía curiosidad.

El silencio reinó, el cobrizo no respondió.

Se sentía mucha tensión en ellos. Era extraña, como si algo los atrajera hacia el otro y ellos trataran de alejarse, haciendo que esta se intensificara.

El silencio era demasiado. Solo se escuchaban sus leves respiraciones. El sonido de los árboles cuando sus ramas chocaban al moverse. Las pisadas de los animales a lo lejos corriendo o comiendo. El sonido de las aves volando cerca, el de pájaros en algún nido. Todo combinado causaba una gran armonía y paz.

—¿Lo escuchas? —la rubia asintió—. Por eso este es mi lugar —la miró, viendo cómo se formaba una sonrisa en los rosados labios de la rubia. Esta había pensado que no contestaría su pregunta, pero lo hizo. Solo tenía que esperar.

—Es... lindo —se limitó a contestar. Edward asintió satisfecho. Había captado que la rubia en ocasiones contestaba con monosílabos. Monosílabos que expresaban más de lo que podrían hacer mil palabras.

El ambiente por un instante comenzó a sentirse ligero, tranquilo. Por ese instante se sentían bien el uno al otro. Y les gustaba, a los dos les gustaba sentirse así estando juntos. Aunque no lo admitieran.






No quiero hacer spoilers ni nada de eso, pero ahora que he estado escribiendo, los futuros capítulos me están encantando, espero y también sean de su agrado cuando los publique.

Espero les haya gustado este capítulo, estuvo tranquilo.

Saludos a todos.

Jocelyn C. 

Una Vampira Diferente «Edward Cullen»Where stories live. Discover now