Capítulo 33

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Cuando todos llegaron al castillo Vlad, cada uno decidió ir a sus habitaciones. Estella se dio cuenta de que habían estado en su habitación, al menos su prometido, que, a parte del característico olor de Edward, también se encontraba un ataúd a lado del suyo.

Su habitación era bastante amplia, casi como un departamento, donde prácticamente la mitad de la habitación era ocupada por los ataúdes y una pequeña sala, mientras que, del otro lado, una grande y linda cama completaba el lugar, junto a muebles para guardar cosas y un par de baúles.

—Tu abuelo dijo que podía quedarme aquí —dijo Edward desde la puerta, sorprendiendo a la rubia, ya que estaba tan concentrada en haber regresado a casa y estar con su familia, aunque aún faltaba ver a sus padres.

—Incluso te regaló un ataúd —Estella fue a un mueble para sacar ropa, pues todas esas semanas había estado con el vestido de su fiesta, el cual ahora estaba bastante sucio.

—Drácula me ha enseñado un par de cosas —la rubia sonrió y terminó de sacar todo lo que ocuparía. Ella había notado la confianza que su abuelo le tenía a Edward, también la seguridad con la que su prometido hablaba, y eso le gustaba.

—Me doy cuenta, te ves diferente —parecía que una nueva tensión se creaba entre ellos—. ¿Me ayudas? —le señaló un pequeño cierre que tenía el vestido y no alcanzaba. Edward asintió y se acercó lentamente.

Sus dedos recorrieron la espalda descubierta de la rubia en una suave y lenta caricia, creando un estremecimiento en ella. El sonido del cierre se oyó y poco después el cobrizo alejó sus manos de su prometida.

Estella dio la vuelta a fin de darle un casto beso
para después alejarse y caminar hasta el baño, pero antes de entrar, dejó caer lentamente su vestido, quedando solo en bragas y le dio una mirada al cobrizo para después entrar.

Edward parecía tener un gran conflicto mental al debatirse en sí entrar con su prometida o esperar a que saliera. Pero sus instintos al final ganaron y decidió entrar.

Se deshizo de toda su ropa antes de entrar al baño. Cerró la puerta tras de él y se giró, encontrándose con la rubia bajo la ducha, la cual se encontraba de espaldas hacia él. Las gotas cayendo por su piel hizo que la tensión se agrandara y Edward reaccionara. El cobrizo sintió como si su piel se erizara, aún sabiendo que eso no era posible, pero en su mente juraba que sí.

Estella dio la vuelta sobre su propio eje cuando sintió el cuerpo del cobrizo cerca de ella, mostró su hermosa sonrisa y pasó sus manos por la nuca de este para después besarlo con pasión.

Saborearon el beso con deseo y amor en suaves caricias que poco a poco cambiaban a fuertes, deseosos y pasionales movimientos. Se habían extrañado en todos los sentidos posibles y no había nada que los detuviera.


[...]




Horas más tarde, el Conde, que se encontraba con Jasper, mandó a llamar a sus nietos con sus respectivas parejas.

Una de las pocas empleadas que Drácula decidió no despedir fue quien tuvo que avisar a cada uno, yendo primero con la rubia Vlad.

Golpeó la puerta repetidas veces, pero al no obtener respuesta, decidió abrir un poco la puerta –la cual solo mostraba una pared gris–, ya que las habitaciones de la familia Vlad eran insonorizadas y muy probablemente, Estella no escucharía.

Pero tan pronto como la abrió, se avergonzó y quiso cerrarla, pues en el primer instante se escucharon los fuertes gemidos que soltaba la rubia y los intensos gruñidos que daba el cobrizo, junto el sonido de madera rompiéndose.

Si la chica fuera humana, estaba segura que ahora se encontraría roja de la vergüenza.

Sin contar que todas las empleadas en cuanto conocieron, o más bien, en cuanto vieron Edward Cullen, les había llamado la atención, pero al recordar que no solo era el novio, si no ahora también el prometido de la nieta de Drácula, alejaron cualquier posibilidad con el joven inmortal.

Una Vampira Diferente «Edward Cullen»Where stories live. Discover now