Cuando Los Beatles conocieron a Gardel

17 1 0
                                    


I.

Londres, 30 de noviembre de 2012.

Los pasos resonaban por la habitación. Eran lo único que se escuchaba, lo único que rajaba el silencio. Un suspiro y una negación, dicha al mismo silencio. Después, resignación. Y porqué no, algo de entusiasmo ante la aventura.George Harrison dejó su cigarrillo medio apagado en el cenicero, olvidando que, si su mujer lo veía, no pararía de quejarse por no cuidarse la salud y seguir prendido a ese vicio. Se sentó, miró el cigarrillo hasta que se apagó, lentamente, mientras pensaba y le daba vueltas al asunto. Sí, un poco de entusiasmo había.


*********** 

New York, 30 de noviembre de 2012.

-Que sí Yoko, que ya guardé todo. No me atosigues más por favor, que estoy grandecito, ¿no crees?La mujer sólo bufó y subió las escaleras. Unos segundos después, se oyó un portazo.John guardó su guitarra en el estuche. Era una guitarra nueva, lista para estrenar.Para qué mentirse, se moría de ganas de usarla, de rockear un poco, así, informalmente. Contaba las horas que faltaban.


**********

Londres, 30 de noviembre de 2012.

Había llegado el momento. Bueno no, el momento aún no, sino la noche previa al momento, y eso era mucho más emocionante. McCartney sabía que esa anoche no dormiría, así que se quedó jugando hasta tarde con su pequeña hija, hasta que la niñera se la llevó a dormir, ya que al otro día debía ir al colegio. La niña se despidió de él con un gran beso y un "Suerte papi" que lo llenó de ternura.Repasó al descuido las teclas del piano, tocando cualquier nota, que de inmediato lo inspiraron para unir tres o cuatro acordes. Sonrió al ver que eso que creía haber compuesto, ya estaba hecho, y por él.

***********

"Joder, más de 70 años y otra vez con esto. Igual, me parece que estará bueno." Ringo cerró la ventana, ya entraba frío. Miró por décima vez el pasaje de avión que al día siguiente lo llevaría a Toulouse. Maldijo, pero a la vez sonrió. John, y sus locuras. No sólo era una vuelta, un regreso, sino que además era en un lugar poco frecuente: Francia. Hasta allí tenían que viajar, sólo porque supuestamente, ese lugar daba suerte. Sólo porque allí había nacido, pilas de años antes, un tipo que cantaba al otro lado del Atlántico. Y que según John y sus jodidas investigaciones que hacía para matar el tiempo, estaba vivo. Locura sobre locura.


**********

Toulouse, Francia, 30 de noviembre de 2012.

Apagó la radio. Era lo único que escuchaba, no entendía la televisión y la vorágine que reinaba allí, le gustaba la radio y más a la medianoche. A esa hora reinaba la calma, la voz de Piaf, de Aznavour, de María Callas, de Pavarotti...de él. Odiaba cuando estaba él también. No se consideraba digno. Odiaba también los recuerdos. 

Por eso nunca recordaba a Buenos Aires.

"Charles Romuald Gardés" le parecía volver a leer en sus libretas, una argentina, y otra uruguaya. Ahora veía un simple "Charles Babin" en una libreta francesa, que era una total farsa, que casi ni existía para él, como las otras dos, que se quemaron en el accidente, junto con el avión, junto con sus cosas, junto con él, Carlos Gardel. 

De pronto, el informe de noticias de la radio lo sacó de sus pensamientos con su enfermiza música. Por obligación lo oyó y se enteró: Los Beatles llegaban al día siguiente. Los Beatles...simpáticos muchachos que le hubiera gustado conocer, aunque en sus épocas de esplendor, él vivía aún en el hospital. Una desgracia que después se separaran. Pero ahora todos volvían a estar enloquecidos porque regresaban, sólo para dar un concierto, y en Toulouse. Cosas raras de la vida, pensó.

Disparos en la noche (One Shots Varios)Onde histórias criam vida. Descubra agora