Capítulo 2

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✧EL ROSTRO DE LA MUERTE✧

 


Mi cabello era un desastre. Era exasperantemente rizado, pero no formaba los típicos bucles que las doncellas de alta cuna tenían en sus peinados. No. Formaba unas ondas demasiado largas y otras cortas. Era casi imposible amarrarlo en una coleta, muchísimo menos en una trenza.

Salí de la casa mientras intentaba recoger mi cabello en una coleta alta. Saludé distraídamente a un sátiro que iba de paso. Cuando finalmente logré acomodarlo en su lugar, pude colocarme mi máscara y mi capucha.

Mi máscara de hierro era la cabeza de un cuervo y no dejaba ni un resquicio de piel a la vista, ni siquiera los labios. Por fuera parecía que las aperturas de los ojos estaban cubiertas del mismo material. Pero por dentro podía ver perfectamente todo a mi alrededor.

Medité por unos momentos si dirigirme a Sterling o a Faraigh. No quería volver a encontrarme con Alasthair. Anoche me fue imposible dormir por los recuerdos que me inundaron tras nuestro reencuentro.

Él solía ser un chico que entrenaba esgrima conmigo. Nuestro maestro era Byron. Solía ser un gran general de la guerra hasta que perdió una pierna en una batalla. Nunca le había interesado la política y ese fue su peor error. Tan pronto como sus rivales supieron sobre su condición, lo despojaron de su cargo militar y lo aislaron de la corte real. Terminó convirtiéndose en el viejo loco de la espada del pequeño pueblo de Iona a las afueras del reino.

—Yo también quiero ir al pueblo—Tobías salió corriendo de la casa para abrazarse a mi pierna.

—¿No es demasiado temprano para que estés despierto, pollito?—Arqueé una ceja en su dirección pese a que no la podía ver.

—Estuve despierto toda la noche por si el trasgo regresaba—Infló su pecho con orgullo.

—Dudo que regrese ahora que sabe a quién le pertenece esta casa. Además, debes quedarte a practicar con Ambrose. ¿Quién sabe? Si esta vez aciertan todos los disparos, tal vez los lleve conmigo a cazar en lo profundo del bosque.

Los ojos de Tobías se iluminaron con la idea antes de que se entrecerraran con sospecha.

—¿"Tal vez"?

Sonreí orgullosa. Les había enseñado a los gemelos a prestar mucha atención a lo que les dijeran. Ya fueran hadas, elfos o humanos, todos debían de tener cuidado con las palabras.

Las hadas eran incapaces de mentir, así que debían entretejer las verdades y ocultar información.

Los elfos endulzaban sus mentiras para engañar tanto a humanos como hadas.

Y los humanos debían tener cuidado con los tratos que hacían.

—Bien. La próxima vez que salga de cacería los voy a llevar a los dos. ¿Feliz?—Propuse mientras pasaba mis dedos por sus rizos de trigo.

—Gracias, Breeze.

✧✧✧

Al final decidí ir a Faraigh. Era un pueblo relativamente cercano a la capital por lo que había decoraciones aún más extravagantes que en Sterling. Había varias estatuas en honor a los generales que habían caído en combate. Banderas que tapaban por completo las fachadas de las casas, colgaban de algunos techos.

Nadie estaba trabajando; todos muy ocupados bailando o comprando comida en la plaza principal. En medio de esta se encontraba la estatua más llamativa y antigua de todas. Se trataba del arcángel matando al último dragón y liberando a la humanidad.

NAMELESS -just a little fairy tale-Where stories live. Discover now