Capítulo 3

8 1 0
                                    

✧ANJANA Y FEMYRA

 

 

Enterré la salamandra bajo un roble no muy lejos del lago. Los cuerpos de las hadas no se descomponían como los humanos. Solían convertirse en plantas al morir en dependencia de cuán poderosas hubieran sido en vida.

Al menos no se convertirá en un nenúfar. Sería bastante irónico que un hada de fuego puro termine convirtiéndose en una planta acuática—traté de alumbrar mi humor con mi usual sarcasmo, pero era difícil alejar de mis pensamientos el fantasma de la muerte.

De regreso a casa vi algunos soldados. Por un momento pensé que eran los elfos y me detuve instantáneamente en mi lugar; mi mano aferrándose al mango de mi espada con fuerza. Pero, al observar más detenidamente, me di cuenta de que eran simples humanos. Sus armaduras eran de hierro con un león rampante tallado en el centro de su torso con oro, el emblema del Reino de Alaron.

Mi cuerpo se relajó, pero no tardé en volver a tensarme al ver qué era lo que hacían. Esos tres humanos estaban rodeando un hada con esposas de hierro quemando la piel de sus muñecas. Probablemente la habían perseguido desde alguno de los poblados cercanos al bosque.

Se trataba de una ninfa. A diferencia de las hadas regulares, estas no tenían alas. Aún así no podían confundirse con un humano o elfo. Ellas tenían alguna característica animal y eran capaces de transformarse en los mismos.

Los cortos cabellos níveos y esos ojos completamente negros como los de una lechuza, los conocía muy bien. Yo conocía a esa ninfa. La última vez que la había visto tenía el cabello tan largo y limpio como un río; su piel estaba libre de cicatrices y polvo; y siempre sonreía coqueta con un aire misterio a diferencia de su expresión aterrorizada.

Se veía tan diferente... Pero la reconocí instantáneamente.

Anjana...

No lo pensé dos veces antes de lanzarme a la acción. Con espada en mano, cercené la cabeza del soldado que estaba más cerca de mí. El resto se volteó de inmediato en mi dirección al escuchar el golpe seco del cuerpo al caer al suelo.

Anjana me miró aún más asustada de ser posible. Estaba acostumbrada a que los de su especie tuvieran esa reacción. Sin embargo, el ver que ELLA me miraba aterrada me hacía sentir que era... un monstruo.

Uno de los soldados restantes soltó un grito de guerra mientras corría en mi dirección. Su espada estaba alzada sobre su hombro, lista para deslizarse en el aire para cortar mi piel. Pero yo fui más rápida... Sobrenaturalmente rápida.

En un parpadeo saqué una de mis dagas y la enterré en su hombro. Soltó una maldición mientras dejaba caer su espada. Y, antes de que tan siquiera intentara recogerla, ya había deslizado el filo de mi arma por su garganta.

El último soldado se había quedado rezagado, observándome con terror. A través de su casco, su rostro se veía muy joven. Tal vez fuera de mi edad... Incluso menor. Ni siquiera fue asignado a pelear en el frente si estaba tan asustado por presenciar dos asesinatos.

Di un paso en su dirección mientras soltaba un gruñido animal que sonó aún más fuerte por el eco de mi máscara. De inmediato soltó su espada y salió corriendo lejos de mí. Cuando dejé de escuchar sus pisadas apresuradas, guardé mis armas y volteé a mirar a la ninfa.

—Anjana, soy yo—Traté de que mi voz sonara dulce y tranquila en un intento de infundir calma.

Los ojos completamente negros me miraron aún más aterrados de ser posible. Fruncí mis labios decepcionada. No había ningún rastro del hada de sonrisa guasona y actitud determinada. Delante mía solo había una criatura asustadiza que se encorvaba sobre sí misma.

NAMELESS -just a little fairy tale-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora