II

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– ¿Y cuándo vas a empezar clases particulares de cálculo? – preguntó la madre de Lee mientras cocinaba la cena.

– Ya te dije mamá, cuando termine el año...– le respondió la muchacha mientras preparaba una ensalada.

– Hija, sabes que te pregunto porque  no quiero que pierdas el tiempo... Nada más.

– Lo sé mamá, pero bueno... Si te urge tanto ésta tarde llamaré al número que me dió mi profesor.

– Me parece bien. – sonrió satisfecha.

. . .

– ¿Diga? – una voz masculina con un característico acento inglés contestó del otro lado de la línea.

– ¿John...Deacon? – preguntó Lee leyendo el nombre de la tarjeta. Había llamado al ex alumno del profesor Duncan después de varios días.

– Él habla, ¿Quién es?

– Am... Mi nombre es Lee Connor, estoy cursando cálculo uno... Bueno estaba, porque desaprobé la materia. – explicó algo nerviosa. No se le daba bien hablar por teléfono, odiaba hablar por teléfono pero era la única forma de contactarlo.– Y el profesor Duncan me dió tu número porque necesitaba un tutor de matemáticas...

–  Ah si, yo doy clases. – comprendió enseguida de qué iba la conversación. – Doy clases todos los días de mañana o de tarde... Pero hay días de por medio que curso otras materias. – explicó el chico.

– Entiendo... Veras, haré el remedial de verano.

– Oh sí, por supuesto. Bueno, por el momento puedo lunes miércoles y viernes de 9 a 11 o de 16 a 18. Cobro 3 libras la hora. – le explicó amable.

– ¿Existe la posibilidad de que me cobres por semana? Porque voy a necesitar varias clases... – explicó algo avergonzada.

– ¿Te parece si quedamos una tarde, así vienes y me traes los contenidos y vemos qué tan preparada estás?

– Eso sería estupendo. – sonrió aliviada.

– De todos modos si necesitas más de una o dos semanas, puedo hacerte un precio a parte.

– Genial, muchas gracias.

– Bueno, entonces... ¿Cómo era tu nombre?

– Lee Connor.

– Claro, Lee. ¿Podrías pasarte mañana por la tarde? Te mandaré la dirección por mensaje.

– Claro, si mañana puedo. Estupendo, muchas gracias.

– Gracias a ti, adiós.

Y colgaron. Se sentía bien por hacer algo por sí misma, ésta vez estudiaría bien y aquella materia no le iba a ganar.

. . .

De camino a la casa de su tutor se preguntó si aquél joven tendría la típica pinta de un estudiante de ingeniería electrónica. Se rió mentalmente del comentario de Penny, cuando le dijo que probablemente usaría pantalones tiro alto y gafas con cinta adhesiva en el puente.

Observó en el mensaje de su celular si la dirección era correcta, y tocó timbre en una casa muy común. Era de un solo piso con paredes blancas y ventanas a tono abiertas de par en par, pero ocultaba su interior con unas cortinas color verde.

Oyó unos pasos acercarse a la puerta y de un momento a otro ésta se abrió dejando a la vista a un jovencito de unos 20 años. Y vaya sorpresa se llevó Lee, no era para nada lo que ella y su amiga habían estado "cuchicheando" entre si. Media algo de 1.80m, era delgado y tenía un estilo muy especial.  Vestía con jeans holgados, y una ajustada camiseta amarilla. Su cabello era castaño con ondas y era largo hasta por debajo de sus hombros. Se podría decir que Lee quedó medio sorprendida por encontrarse con alguien totalmente distinto a lo que había pensado.

– Hola, ¿Cómo estás? Mucho gusto. – Sonrió amable el jóven. Notó que tenía una ínfima separación en sus dos dientes delanteros, y le pareció un aspecto tierno.

– H-Hola, un gusto. Lee Connor. – le extendió su mano y la estrechó con el chico.

– John Deacon, adelante pasa.

Lee entró a la casa del jóven sosteniendo las correas de su mochila. Olía a sahumerios y cigarros. Se extrañó, no tenía pinta de fumar.

– Bien, ¿Quieres enseñarme tus carpetas? – preguntó John mientras guiaba a la chica a la mesa del comedor. Corrió unas carpetas, parecía haber estado estudiando.

– Si, claro. – la chica apoyó su mochila en la mesa y saco algunas carpetas y fotocopias.

– ¿Crees saber en dónde está el problema? – preguntó mientras tomaba una de las carpetas y comenzaba a hojear leyendo los contenidos. Lee no podía quitarle los ojos de encima, notó que tenía ojos verdes.

– Creo que el problema está en que el profesor explica como una mierda. – respondió haciendo que John suelte una risita sin quitar la vista de los libros.

– Depende de la persona, algunos le comprenden y otros no. – explicó entre risas. – por ejemplo yo nunca he tenido problemas con él.

– ¿Qué estás estudiando? – preguntó para sacar charla, pero la verdad ya lo sabía porque lo había leído en su tarjeta de tutoría.

– Ingeniería electrónica. – respondió algo orgulloso y sonriente.

– No tienes pinta de estudiar eso... – John rió. – sin ofender. – sonrió algo tímida y corrió un mechón de su rostro

– Lo sé, pero la imagen es por la banda que tengo en mis tiempos libres.

– Cool. – observó la muchacha.

– Ésto está mal resuelto. – cambio de tema el muchacho señalándole un ejercicio. – Aquí hay un error de despeje, y por lo que veo has cometido el mismo error en varios ejercicios.

– Si bueno, supongo que encontraras miles de errores. ¿Eso es algo muy malo? – John soltó una risita.

– Más o menos, es la base de la matemática. – hizo una mueca. – Pero tranquila, estás en buenas manos.

Lee sonrió. Parece que sí lo estaba.

The Miracle | John DeaconWhere stories live. Discover now