III

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– ¿Hiciste los ejercicios que te di? – le preguntó John a la muchacha cuando volvió la segunda semana que asistía a sus clases particulares.

– Intenté, pero cuando estoy sola me trabo y no puedo resolver más de tres. – respondió desanimada mientras se sentaba en la mesa del muchacho.

En éstas dos cortas semanas había observado varias cosas, observó que John era un chico simpático, pero también era muy callado. Las veces que iba él sólo se sentaba a explicarle las dos horas que ella iba, y en ningún momento se iba de tema, eso era algo bueno en parte porque la ayudaba a concentrarse, y cuando ella hacia alguna otra pregunta el enseguida volvía a lo que estaban. Observó también que vivía solo, quizá era porque era universitario y tenía una banda, o quizá sus padres trabajaban... O quizá su novia o novio trabajaban. Pero no le había dado la impresión que sea gay.
Observó que fumaba, ya que siempre había ese olor característico a cigarros en su casa. Observó que era muy nervioso puesto que cuando ella se encontraba en silencio intentando resolver un ejercicio mordía sus uñas o movía inquietamente su pie por debajo de la mesa.

Sin embargo, John también había notado varias cosas en Lee. Notó que se trataba de una muchachita de unos bellos ojos color café de mirada intensa, usualmente no podía mantener la mirada con nadie (eso se sabía), pero con ella era peor. Notó que su cabello rubio brillaba de una manera muy bonita cuando el sol le daba de espaldas. Notó que no entendía casi nada de matemáticas y se preguntó cómo había llegado hasta la universidad sin saber lo básico. Notó que cuando no comprendía algo mentía diciendo que si, pero después reía al confesar que la verdad no le había entendido nada.
Notó que más de una vez se iba de tema o se distraía con pequeñeces como el olor del aromatizante de ambiente, o el cuadro de su ex perrito Max, o el sonido divertido que hacía la alarma de la casa del vecino.

– Es cuestión de práctica, no te estreses. – respondió John mientras se sentaba a su lado, pero en la punta de la mesa.

– Bien, intentaré no hacerlo.

Aquella tarde John intento explicarle algo de funciones. Mientras escribía en la pizarra con un plumón, Lee lo miraba sentada en la mesa. Se preguntó por qué diablos tenía una pizarra blanca en la sala. Cuando se estiraba para trazar expresiones, notó que un poco de piel de su cintura se lograba ver cuándo la camiseta se le subía por el movimiento.

– ¿Por qué tienes una pizarra blanca en el medio de la sala? – preguntó de la nada. John volteó a verla e intentó contener la risa.

– ¿Estás oyéndome?

– Si, oí que la función exponencial es en la que equis se representa con un exponente y tiene una forma así. – hizo una seña exagerada con sus manos y John rió negando con la cabeza.

– Tengo una pizarra porque doy clases. – respondió finalmente mientras tomaba otra vez un libro que había dejado sobre la mesa.

– ¿Y te leíste todos esos libros? – apuntó hacia la biblioteca repleta de libros que tenía al lado de un escritorio.

– Si, ¿Por qué no los leería?

– Yo que sé. Para verte cool. – se encogió de hombros.

– ¿Ya te inscribiste en el curso de verano? – preguntó el castaño volviendo al motivo principal por el que la chica estaba ahí.

– Si, empiezo en una semana. – hizo una mueca.

– Entonces hay trabajo por hacer. – respondió fingiendo ponerse firme, pero sonaba más tierno que firme. Aquel lunes llevaba una camiseta azul,  resaltaba sus ojos verdes y su tez blanca.

– Lo siento. – se disculpó algo tímida. John alzó la vista por sobre el libro y notó que sus mejillas estaban rosadas, rió negando con la cabeza y volteó de nuevo a la pizarra para seguir explicándole con gráficos de qué iba el tema.

. . .

–Te odio. – se quejó Penny mientras bebían una cerveza en un club nocturno. – ¿Por qué tú siempre eres la suertuda en conocer chicos lindos en lugares inoportunos?

– No es como si lo hiciera a propósito. – comentó divertida. – además es sólo mi tutor, no puedo pasar ningún límite con él.

– Pero bien que le echaste el ojo atrevida.

– Bueno, con engordar la vista no perjudicamos a nadie. – rieron a carcajadas.

– De todas formas, ¿Explica bien?

– Si. Se nota que sabe lo que hace le gusta, y sé que también tiene dos alumnos más. – explicó y bebió un trago de su cerveza.

– Ahora comprendo por qué vive solo, cobrando tres esterlinas la hora quién no se hace rico. – bromeó.

– No comprendo por qué le va tan bien en la universidad, es decir... ¿No sé estresa en la vida? ¿Siempre le va bien? Y lo peor es que encima tiene una banda en los "tiempos libres"

– ¿Tiempos libres? – preguntó la morocha atónita.

– Lo sé, ¿quién tiene "tiempo libre" en la universidad?

–  Hey, no me dijiste que estaba en una banda...

– Algo así me mencionó cuando le dije que no parecía estudiante de ingeniería electrónica. – Penny no evitó soltar una carcajada.

– Eres la persona más descarada que conozco.

– A veces digo cosas sin querer. – rió avergonzada.

– No sé por qué me suena de haber oído su nombre en la uni, pero no sé si lo he visto.

– No creo... Tiene perfil bajo.

– ¿Al menos te dijo cómo se llamaba su banda? – Lee negó con su cabeza.

Siguieron bebiendo algunas cervezas más y disfrutando de la noche libre entre amigas. El verano recién comenzaba en Londres, y algo le decía a Lee que sería un largo y difícil verano. 

The Miracle | John DeaconDove le storie prendono vita. Scoprilo ora